“Más del 93% del nuevo suelo urbano generado en los últimos 20 años es de origen informal o ilegal. Es decir, se ha desarrollado sin cumplir los estándares técnicos del Ministerio de Vivienda. Eso significa que la mayoría de limeños vive en barrios sin parques, veredas adecuadas, servicios de salud o educación cercanos, e incluso sin acceso pleno a agua y luz”, explica el arquitecto Aldo Facho, presidente de la Comisión de Urbanismo y Hábitat del Colegio de Arquitectos del Perú (CAP), en conversación con Gestión.
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El urbanista sostiene que la falta de planificación ha tenido un costo humano enorme. “No cuentan con acceso de ambulancias o bomberos en caso de situaciones extremas como incendios, o estaciones médicas de alta gravedad que demande auxilio. Esto ha llevado a que tengamos que lamentar más de una vez las pérdidas humanas ante la incapacidad del estado de socorrer a las personas”, añade.
El costo del desorden urbano
De acuerdo con Facho, Lima enfrenta un proceso de urbanización que “se ha dado al revés”: primero se ocupan los terrenos y recién después se busca formalizarlos. Esto ha generado zonas consolidadas sin estructura vial adecuada ni equipamiento básico. “Desde hace décadas, desde los 90, la forma como se ha urbanizado en el Perú ha sido informal, para luego buscar la formalización”, advierte.
El desorden urbano también se traduce en pérdidas económicas. Según estimaciones del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el caos en la movilidad, el transporte informal y la contaminación representan hasta el 4% del PBI de un país. En Lima, miles de personas invierten entre tres y cinco horas diarias en desplazarse, lo que reduce su productividad y calidad de vida.
“El costo de la informalidad es altísimo en Lima. Gran parte de nuestras enormes dificultades para desarrollarnos como ciudad tiene que ver con la informalidad (…) Todo eso nos termina costando la vida porque la perdemos día a día en tiempo, salud, etc”, enfatiza el representante del CAP.
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Los distritos más y menos desordenados
Según el arquitecto y docente de la Universidad de Ciencias y Artes de América Latina (UCAL), Raúl Gálvez Tirado, los distritos que hoy presentan mayores niveles de desorden urbano y falta de planificación en Lima Metropolitana son San Juan de Lurigancho, Comas, San Martín de Porres, Ate, Puente Piedra e Independencia.
Estas jurisdicciones, ubicadas principalmente en Lima Norte y Lima Este, concentran el crecimiento urbano más acelerado y con menor control técnico. “Se trata de zonas donde el crecimiento urbano ha ocurrido sin planificación efectiva, con déficits en servicios básicos, espacios públicos y equipamiento urbano”, precisa Gálvez.
San Juan de Lurigancho, el distrito más poblado del país, supera el millón de habitantes y continúa expandiéndose hacia laderas y quebradas, con altas tasas de autoconstrucción. En Comas y San Martín de Porres, más de 220.000 y 270.000 trabajadores se desempeñan en la informalidad, según el Ministerio de Trabajo, lo que refleja también un patrón de urbanización precario.
Ate y Independencia cuentan con apenas 1,7 m² y 1,2 m² de áreas de esparcimiento por habitante, respectivamente, muy por debajo de los 8 m² recomendados por estándares internacionales. Puente Piedra, por su parte, enfrenta una expansión sobre suelo no habilitado, sin servicios básicos ni control sobre las zonas de riesgo.
“Estos indicadores muestran una Lima fragmentada, donde la periferia crece con baja calidad urbana, mientras los distritos centrales, como Miraflores, San Borja o Jesús María, mantienen mejores niveles de planificación, infraestructura y espacio público”, sostiene el académico.
Entre los principales factores que explican este crecimiento desordenado, Gálvez identifica una combinación estructural: la presión migratoria y la demanda de vivienda accesible, la débil capacidad regulatoria de las municipalidades, el mercado de suelo barato, el déficit de servicios públicos, la expansión hacia laderas y quebradas, la desigualdad presupuestal y la ausencia de una autoridad metropolitana efectiva.
“La expansión de Lima ha estado guiada más por la necesidad y el mercado que por la planificación. Distritos como San Juan de Lurigancho o Comas reflejan ese modelo de ciudad autoconstruida, donde el Estado llega siempre después”, afirma.
El arquitecto plantea que revertir esta tendencia exige una política metropolitana integrada, que articule la habilitación urbana formal, la mejora de la infraestructura y los servicios, el fortalecimiento de las capacidades municipales y la recuperación del espacio público como eje de cohesión social y sostenibilidad. “Solo una visión territorial común permitirá equilibrar la ciudad y avanzar hacia una Lima planificada, inclusiva y resiliente”, concluye.

Lima crece sin control: expertos alertan sobre el caos urbano que afecta movilidad, servicios y calidad de vida. Foto: Andina.
De hecho, un estudio de la Universidad Autónoma del Perú advierte que, de continuar esta tendencia, distritos como San Juan de Lurigancho, Comas, Villa El Salvador, Villa María del Triunfo, San Martín de Porres, Ate y Carabayllo podrían “convertirse en un infierno para vivir o alquilar antes del 2028”, debido al colapso del tráfico, la falta de servicios y la inseguridad.
En contraste, el arquitecto Aldo Facho precisa que los distritos que sí cuentan con una planificación más consolidada —como San Isidro, Miraflores, San Borja, Jesús María, Pueblo Libre y algunas zonas de Surco— conservan un diseño urbano estructurado, con avenidas jerarquizadas, parques accesibles y una red de transporte público más ordenada. Sin embargo, advierte que estos territorios “representan una fracción mínima frente al conjunto de la metrópoli”.
La raíz del problema: gobernanza y planificación
Según el Colegio de Arquitectos del Perú, uno de los factores clave del desorden urbano es la ausencia de una autoridad metropolitana efectiva. Facho explica que, tras la planificación de 1967 que contemplaba la expansión hacia las periferias, la gestión urbana perdió control del crecimiento de la ciudad. Esto permitió que el suelo se liberara para invasiones, traficantes de terrenos y urbanizaciones informales, afectando de manera integral el desarrollo de Lima.
El arquitecto recuerda que los planes urbanos integrales —como el Plan de Lima de 1967— buscaban precisamente ordenar el crecimiento de la ciudad, pero nunca se actualizaron ni se aplicaron plenamente. “Desde los 90, la forma como se ha urbanizado en el Perú ha sido informal, formalizándose posteriormente mediante Cofopri u otros mecanismos (…) Se generó un crecimiento exponencial de las urbanizaciones informales en Lima, invasiones y ocupaciones ilegales del suelo, y se terminó convirtiendo en una ciudad totalmente ingobernable. Hoy, más del 60% de la metrópoli enfrenta graves deficiencias en servicios urbanos”, sostiene.
Facho señala que no se puede seguir expandiendo la ciudad de manera desordenada. Propone densificar las zonas que ya cuentan con infraestructura, aprovechar espacios industriales ociosos y planificar proyectos de vivienda que incluyan parques, colegios y hospitales, de modo que la ciudad pueda desarrollarse de manera ordenada y sostenible.
Claves para un urbanismo que funcione
Desde la Universidad de Ciencias y Artes de América Latina (UCAL), se propone repensar el urbanismo limeño con una visión centrada en las personas y apoyada en tecnología. Su decano de Arquitectura y Diseño, José Ignacio Pacheco, sostiene que la arquitectura tiene el poder de construir bienestar y mitigar los “costos invisibles” de la vida urbana, como el tiempo de transporte o el estrés.
Agrega que el caos urbano no es un fenómeno natural, sino un “enemigo silencioso que hemos tolerado”. Los datos son contundentes: esta ‘comodidad’ de vivir en el desorden se traduce en una pesada carga económica y de salud pública.
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En ese sentido, el experto plantea cinco claves para mejorar la habitabilidad y sostenibilidad de las ciudades:
- Urbanismo “walkable” o caminable, que priorice la movilidad peatonal y el uso de la bicicleta, elevando el valor de las zonas hasta en 30%.
- Infraestructura resiliente, con planificación ante desastres que puede reducir las pérdidas económicas hasta en 40%.
- Urbanismo táctico, que permite transformar espacios públicos con bajo presupuesto y formalizar hasta un 20% del comercio informal en menos de un año.
- Uso de inteligencia artificial y simulación digital para planificar con eficiencia y reducir costos de ejecución hasta en un 15%.
- Diseño inclusivo y verde, que incorpore áreas naturales accesibles, lo cual disminuye el estrés urbano y mejora la salud mental.
“Tenemos el poder de cambiar esto: debemos diseñar para devolver a los peruanos su tiempo, su paz mental y mejorar radicalmente su calidad de vida”, resume Pacheco.

