- Muchos países de América Latina, incluyendo Perú, son altamente dependientes de las materias primas que se encuentran en sus tierras; partiendo desde la agricultura hasta la minería, que es la principal actividad de la economía peruana. ¿Qué tan peligroso es que esa relación de dependencia se mantenga? ¿Estamos ya tarde para darle mayor valor a las materias primas que se extraen desde nuestros países?
Países como el Perú dependen de recursos naturales porque sus instituciones funcionan mal. Esto sucede porque no se invierte en las personas. Lo que hace rico a un país son las personas. Tener recursos naturales no es ni necesario ni suficiente. Taiwán, Corea o incluso China no tienen grandes recursos naturales, pero fueron extraordinariamente exitosos porque invirtieron en su gente. Y eso, diría, tiene que ver con las instituciones. El Perú ha fracasado durante siglos en invertir en su población, por eso sigue mirando al oro, al cobre… La evidencia muestra que todo ese oro y cobre no generará una verdadera prosperidad sin mejoras institucionales. Es lo mismo que sucede en África o en muchos lugares del mundo donde existe abundancia de recursos, pero sin prosperidad ni desarrollo. Me sorprendería que el caso peruano fuera diferente.
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En América Latina, el ejemplo opuesto sería Chile, donde el Estado ha logrado usar la riqueza minera —como la del cobre— para invertir de manera más eficiente en el desarrollo de las personas. Entiendo por qué hay rechazo de ciertos sectores hacia la minería: porque las personas no creen que se beneficiarán de ella.
- En diversos casos —no en todos— no ha visto un gran impacto en la prosperidad de las comunidades.
Exactamente. Y mi suposición es que no creo que realmente los beneficie si no viene acompañado de otros cambios. Esa es la historia del Perú desde la época del guano, hace 170 años.

“Cada transición democrática en América Latina —Perú, Bolivia, Argentina, Brasil— vino seguida de una hiperinflación, y eso ocurre porque, al llegar la democracia, todos quieren su parte, y el sistema colapsa bajo presión”, reflexiona el economista. En la imagen, recibe el Premio Nobel de Economía 2024. (Foto: Pontus LUNDAHL / TT NEWS AGENCY / AFP)
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- Pero el problema no es la actividad económica en sí, sino cómo se traduce en resultados y prosperidad en las zonas de influencia donde opera.
Sí, en parte. Hay que asegurar que la riqueza beneficie a las comunidades locales impactadas. Pero también existe una incógnita más grande sobre las instituciones y las consecuencias sociales de esa riqueza proveniente de los recursos naturales.
- Los problemas institucionales del Perú son graves, pero, gracias a las instituciones económicas, nuestro país superó la hiperinflación y pobreza de los ochenta y principios de los noventa. Instituciones como el MEF y el BCR siempre destacan. ¿El Perú podría ser una excepción a la regla del análisis que usted plantea?
Diría que hay variaciones dentro del propio país. Las instituciones no son iguales en todas las regiones. En el Perú, Colombia, México o Brasil hay zonas donde [las instituciones] funcionan mejor y otras donde no lo hacen. Eso puede impulsar el crecimiento. Por ejemplo, en el Perú hubo un boom de agroexportación en la costa, favorecido por políticas aplicadas después de los años noventa, cuando se desmantelaron regímenes arancelarios y se fomentó la apertura comercial. Así, hay elementos que funcionan parcialmente.
El Perú no es Haití ni un país africano; tiene más fortaleza institucional, pero ¿comparado con qué? Si miramos 200 años atrás, América Latina y Norteamérica tenían estándares de vida similares. La brecha actual se debe a las decisiones que han tomado los países latinoamericanos respecto a sus instituciones. Entonces, sí, ha habido mejoras en la construcción de instituciones y adopción de políticas acertadas, pero el panorama general sigue siendo de debilidad institucional y de un fracaso en el desarrollo. Si uno toma a Norteamérica como punto de comparación, no hay razón para que el ingreso per cápita del Perú sea de US$6.000 en lugar de US$60.000, más allá de 200 años de fracaso institucional. Eso es lo que sugiere mi investigación.

El Perú ha fracasado durante siglos en invertir en su población, por eso sigue mirando al oro, al cobre… La evidencia muestra que todo ese oro y cobre no generará una verdadera prosperidad sin mejoras institucionales, dice Jmaes Robinson.
- ¿Asegurar la prosperidad en las naciones es cuestión de voluntad política o de movilización social? ¿Qué se puede hacer cuando la institucionalidad está tan erosionada y cuando el país que se ve impactado por el crimen organizado y violencia, como nos ocurre ahora con las extorsiones y la minería ilegal?
No creo que se trate de “voluntad política”. Se trata de organizar a la sociedad y de construir un interés colectivo. Eso no ocurre por líderes poderosos. Mire a Fujimori: tal vez hizo algunas cosas bien, pero al final su régimen terminó envuelto en corrupción. Esa es una historia típica en América Latina. El cambio viene cuando las personas logran tomar control sobre su sociedad y sus instituciones, pero, para eso deben organizarse. Claro, es difícil. Se necesita una visión colectiva para que realmente funcione, algo especialmente complicado en un país tan heterogéneo como el Perú, con tantas divisiones étnicas y sociales.
- Y con enormes brechas en las zonas urbanas. En Lima, por ejemplo, conviven la pobreza extrema y los niveles más altos de riqueza. ¿Es esto un desafío para lograr consensos?
Por supuesto. Las élites económicas se han desconectado del interés colectivo. Se autofinancian la mayoría de los servicios públicos: seguridad, salud, educación… y eso debilita la demanda social por instituciones más inclusivas. Este fenómeno se repite en toda América Latina. Por eso es fundamental construir un proyecto colectivo, una idea compartida para que un país avance. Los pactos o alianzas me parecen una buena manera de empezar. Antes se pensaba que los partidos políticos cumplirían ese rol [de organizar a la sociedad], pero ya no sucede en Latinoamérica. Tal vez en Chile o incluso en México. En este último país, pese a las críticas al modelo de AMLO, todavía existe una conexión auténtica entre la política y la ciudadanía, y eso resuena con personas de toda clase social.
- Perú es un país lleno de brechas profundas. ¿Cómo podría un país como el nuestro avanzar hacia instituciones que parecen haber sido mal fundadas? ¿Cómo podrían representar mejor a esa ciudadanía tan fragmentada? ¿Depende de una sociedad organizada, o deben cambiar las élites?
Históricamente, las élites no cambian: mire Gran Bretaña o Francia. ¿Acaso las élites cambiaron en Inglaterra? No lo hicieron. Pero la sociedad avanzó. Mientras tanto, las élites tradicionales se volvieron un poco irrelevantes. Lo que cambia es la sociedad. En Francia se deshicieron de muchas élites durante la revolución. No espero que las élites latinoamericanas cambien su actitud. Lo positivo hoy en América Latina es que existe más democracia que nunca.
Piense en el último presidente del Perú: entiendo que su gobierno fue problemático, pero el hecho de que alguien así pudiera ser elegido ya es un cambio sísmico. El país entró en una etapa más inclusiva, en la que no veremos necesariamente a presidentes “blancos limeños”. Sin embargo, gestionar esa transición es muy difícil. Cada transición democrática en América Latina —Perú, Bolivia, Argentina, Brasil— vino seguida de una hiperinflación, y eso ocurre porque, al llegar la democracia, todos quieren su parte, y el sistema colapsa bajo presión. Creo que algo similar está pasando ahora: todos los sectores quieren todo, y al mismo tiempo. Un amigo peruano, profesor en la Universidad de Connecticut, suele decir en broma: “Hoy cualquiera puede ser presidente en el Perú. Yo podría serlo si me postulo”. Y eso, a la vez, es ridículo y fantástico.

“Cada transición democrática en América Latina —Perú, Bolivia, Argentina, Brasil— vino seguida de una hiperinflación, y eso ocurre porque, al llegar la democracia, todos quieren su parte, y el sistema colapsa bajo presión”, reflexiona el economista. | Foto: Andina.
- En el caso de Pedro Castillo, aunque se plasmó ese sentido de representación de una parte importante de la población que acudió a las urnas, la verdadera alerta provino de la falta de experiencia y los riesgos que representaba, y su elección contribuyó, también, a la actual erosión de instituciones que vivimos en la actualidad y que continúa.
Justamente, por eso menciono que es fantástico y ridículo a la vez. Fantástico porque, por primera vez en 200 años, alguien así pudo acceder al poder, pero ridículo porque no tenía las credenciales para ejercerlo. Se puede evaluar como una etapa de transición. El peligro es que la ineficacia [de esta etapa] motive a la búsqueda de opciones autoritarias. Si retrocedemos dos siglos, en la independencia latinoamericana hubo proyectos democráticos muy radicales —como los de Hidalgo o Morelos en México, o Artigas en el Río de la Plata—, pero muchos fracasaron por su nivel de populismo y falta de eficacia.
El riesgo hoy es similar: que la desorganización derive en modelos más autoritarios. […] Esa ha sido una constante en la historia latinoamericana: los momentos democráticos suelen ser seguidos por reacciones jerárquicas o autoritarias.
- Usted indica en sus investigaciones que el desarrollo está ligado de manera directa a la capacidad que tienen los Estados. Nuevamente, esto contrasta con la realidad peruana, pues el Estado peruano no está presente en muchas zonas donde hoy no existe el ‘rule of law’. ¿Qué estrategias podrían fortalecer esa presencia en el corto plazo, pensando en elecciones que se vienen y en propuestas que deberían surgir?
La historia demuestra que no se pueden fortalecer todas las instituciones a la vez. Hay que priorizar, y de maneras específicas. Mire el caso de Álvaro Uribe en Colombia: un hombre complejo, con un legado cuestionable, pero que se enfocó solo en dos aspectos: mantenerse en el poder y derrotar a la guerrilla. Y lo logró, porque fueron sus únicas prioridades. Puedo criticar muchos aspectos de su gestión, pero hay que reconocer que su enfoque produjo resultados. Las FARC fueron derrotadas y luego se desmovilizaron. No soluciona todos los problemas, claro está, pero sí uno fundamental. Ese es el ejemplo: si te enfocas, puedes conseguirlo. En el caso peruano, tal vez la prioridad debe ser el orden y la seguridad.
