A la mayoría de partidos no le interesaba gobernar la papa insegura, así que se la dejaron a José Jerí, solo porque ya tenía la posta en la mano e intuían que su partido, Somos Perú, no lo iba a dejar solo. Cuando terminó de pronunciar la vacancia de Dina, que lo convertía de carámbola en presidente del Perú a sus 38 años, Jerí dejó a Fernando Rospigliosi al mando de la sesión y se retiró a preparar su discurso de asunción de mando.
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Jerí leyó lo obvio e improvisó el resto: lucha contra la inseguridad como plan A, plan B y plan C. La lucha contra el crimen no solo fue planteada como prioridad sino como razón de ser de su gobierno. En realidad es el principal motivo por el que ha podido pasar el umbral de 6 días que no pudo pasar Manuel Merino en el 2019 (aunque sigue con la soga en el cuello). Su primer gesto de gobierno fue difundir una foto suya en Palacio con los 5 comandantes generales (el del Comando Conjunto, el del Ejército, el de la Marina, el de la Aviación y el de la Policía). El mensaje gráfico fue bueno para él aunque triste para la república: ‘ellos, los uniformados, que tienen más estabilidad y legitimidad que yo; serán mi mano dura conta el crimen’.
“Presidente y premier comparecieron en El Potao en una ceremonia de esas en que las fuerzas del orden pretenden hacer sentir al poder político civil quién tiene la sartén por el mango”.
La siguiente foto fue más republicana: el presidente accidental con la presidenta del Poder Judicial, Janet Tello; el aún fiscal de la nación, Tomás Gálvez; y el tercer vicepresidente del Congreso, Ilich López. La idea central del encuentro fue dar pasos para concretar una suerte de sistema interconectado anti extorsión entre los distintos poderes. O sea, cambiar el ritmo y alcances de las engorrosas reuniones del Conasec (Consejo Nacional de Seguridad Ciudadana) que presidía Dina; por una convocatoria urgente con agenda acotada, para que veamos ‘trabajar juntos’ a los poderes que, con Dina de por medio, parecían irreconciliables. Pero sin ministros que tomen nota y un presidente cuya cabeza estaba puesta en el fichaje de su gabinete, es posible que el contenido de esas primeras conversaciones cambie por completo.

El presidente José Jerí participó en diversas actividades en diversas sedes de la Policía Nacional (PNP) en reconocimiento a los agentes que participaron en el control de las protestas del 15 de octubre. (Foto: Presidencia)
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Socorro, los alcaldes
Cerrada la semana, juramentación de gabinete y protesta mediante, Jerí ha tratado de mantener la percepción de que su prioridad es, en efecto, la seguridad. Pero no lo ha logrado. El nuevo ministro del Interior, Vicente Tiburcio tiene el perfil que halaga a la mayoría congresal y a la narrativa de ‘necesitamos a esa inteligencia que venció al terrorismo de Sendero Luminoso y hoy tiene que vencer al nuevo terrorismo urbano’. Tiburcio fue precisamente miembro del GEIN que capturó a Abimael Guzmán y en el 2022, fue pasado a retiro por Pedro Castillo, muy probablemente porque incluyó alertas de captura contra tres de sus sobrinos. La gran épica anti senderista y una pequeña épica anticastillista, se dan la mano. Pero, ahora, el ministro es un general débil y dubitativo, sin muñeca política, encimado por el comandante general de la PNP, Óscar Arriola, quien lo malinformó y discrepó abiertamente con él a propósito de la presunta culpabilidad del suboficial Luis Magallanes en la muerte de Eduardo Ruiz (32).
Ahora bien, estos veteranos generales, tanto Tiburcio y Arriola, que coincidieron en la Dircote (Dirección Contra el Terrorismo) han tenido que adecuar sus experiencias anti terroristas de ‘capturamos a la cúpula y matamos la plaga’ a un enemigo muy distinto. Ahora son muchas cabezas de diversas organizaciones criminales que funcionan como franquicias para bandas y delincuentes. Esta complejidad se enfrenta de otras maneras; pero los generales y los ministros del Interior rotan sin comunicarnos sus aprendizajes, sus ajustes y sus metas. Por ejemplo, debieran decirnos que de aquí a diciembre esperamos bajar el número de denuncias de extorsión en un 20% o tomar el control territorial en tal o cual zona. Muchos expertos recomiendan establecer claramente ese paso metodológico previo antes de hablar de estrategias. Ni siquiera hemos dado ese paso previo esta semana.
Jerí, el presidente accidental, improvisó otro apoyo para su precario gobierno: convocar a los alcaldes de Lima a una reunión poniéndoles como única agenda la crisis de inseguridad. Puedo asegurarles que la veintena de ediles presentes tiene mucha más aprobación popular que congresistas o ministros. No tenemos cifras concluyentes porque no están medidos regularmente, salvo Rafael López Aliaga, que ha renunciado a la alcaldía metropolitana con cifras envidiables en el legislativo y el Ejecutivo (42% según Datum en junio). En la cita, trasmitida en vivo, los alcaldes soltaron inútilmente todas las recetas del mercado, que sobrepasan ampliamente sus recursos y facultades; y lo plasmaron en una carta de respaldo a la promesa anti crimen de Jerí, leída por Renzo Reggiardo, debutando como alcalde metropolitano en reemplazo de López Aliaga.
Un notorio disidente a la reunión metropolitana, el popular alcalde de Magdalena y precandidato a alcalde de Lima por Avanza País, Francis Allison; criticó acremente cada línea del comunicado de sus colegas. Disparó contra Jerí acusándolo de emplear la lucha contra la inseguridad como herramienta política para sobrevivir. Nada más cierto. La discusión está en si la usará con eficacia. Reggiardo, siguiendo a su líder Rafael López Aliaga, que pidió la cabeza de Tiburcio y Arriola, aunque sin disparar como Allison, también marcó distancia. Carlos Bruce, el otro favorito a Lima, tuvo que comparecer en la reunión por solidaridad ‘somista’. Vaya que se le veía incómodo.
La mayor debilidad del gabinete fue la demora para encontrar una cabeza experimentada que ayudara a completar el casting de ministros. Ernesto Álvarez Miranda es un desafío para el diálogo y la conciliación (ver perfil publicado ayer, “Ernesto el borrador”), pero estará alineado con la estrategia anti crimen, cualquiera que sea. Para la prioridad presidencial y ciudadana, el Mininter es el que manda, no un premier improvisado. Tiburcio fue lanzado a sus primeras entrevistas horas luego de su juramentación del martes. No hubo tiempo para los largos media trainings de los ministros del Interior de Dina. El general se mostró desconfiado de los estados de emergencia pero no descartó algo más severo: fijar toques de queda. Jerí visitó penales en manga de camisa -su nuevo uniforme- ensayando la pinta de Nayib Bukele peruano. Pero todo cambió en un tris, hasta la prioridad. De la inseguridad ciudadana, pasamos a la inseguridad del presidente respecto de su ministro del Interior, de su comandante general de la policía y de su futuro inmediato.
“La inseguridad ciudadana fue la prioridad de Jerí en sus primeros días, mientras estaba sin gabinete y sin protestas; luego del 15 su inseguridad de gobierno pasó a ser la prioridad”.
La policía dispara
La muerte de Eduardo Ruiz Sánz (32) por un balazo policial fue ‘confesada’ por el comandante general de la PNP, Óscar Arriola, el jueves en la tarde. Horas antes, ya el alcalde de Lima, Renzo Reggiardo, había dicho que tenían identificado al responsable pero esperaría que lo digan las autoridades competentes. Es presumible que los altos mandos de la PNP ya supieran la verdad aún antes que Reggiardo; pero dejaron que tanto el presidente como el ministro desinformaran al país. Jerí, ya con un matiz de desconfianza decía: “el ministro del Interior me ha dicho que no hay habido ternas”. Y ahí teníamos a Tiburcio, afirmando sin matiz de duda que no hubo ternas. La media mentira pesaba mucho: no hubo ternas pero sí policías encubiertos.
Arriola, sumariamente, anunció la culpa y separación de Magallanes, a pesar de que este negaba ser culpable y aún estamos en espera de verificar la teoría de la bala que rebotó en el asfalto. Luego se supo de cambios en altos mandos de la PNP, como el general Marco Conde, jefe de la Dirincri (y de Magallanes) que ya había adquirido, como me consta tras haber conversado con él, un conocimiento profundo del fenómeno de las extorsiones. O sea, un experto en el delito crucial de la inseguridad ciudadana; sale de la escena porque el alto mando corta cabezas que le permitan salvarse. Eso sí, mientras Tiburcio declaraba, ante la prensa, que estaba dispuesto a asumir el costo político; Arriola -según mis fuentes- tenía una actitud distinta: apuraba los cambios de sus subalternos y preparaba un evento en el célebre cuartel El Potao en el Rímac, el viernes al mediodía, para felicitar a quienes participaron en el control de la manifestación del 15. Presidente y premier comparecieron en una ceremonia de esas en que las fuerzas del orden hacen sentir al poder político civil quién tiene la sartén por el mango ante las olas de protestas.
El mismo 15 en el día, antes de las protestas, hubo otro evento que un presidente menos precario que Jerí, un ministro menos improvisado que Tiburcio y un alcalde menos interino que Reggiardo, hubieran evitado a toda costa. Sobrevolaron en helicóptero, junto a Arriola, por los puntos álgidos de la ciudad. Se elevaron, inoportuna e innecesariamente, sobre el panorama del desastre sobre el que iban a caer estrepitosamente. Es la crónica recurrente de nuestra república precaria: autoridades civiles coptadas por la parafernalia militar policial, en este caso, un ‘tocotoco’ sobrevolando la panza del burro.
¿Y dónde quedó la seguridad ciudadana? En anunciar un pedido de facultades legislativas. Llamé al Mininter para pedir orden y detalles de las propuestas pero no conseguí respuestas. Por ejemplo, quería saber la (sin)razón del anuncio de que se evaluará la forma y alcances de un posible estado de emergencia. ¿Por qué no esperar a la evaluación antes de hacer el anuncio? Estas contradicciones, sumadas a las versiones contrapuestas de Arriola y Tiburcio sobre la culpabilidad o presunción de inocencia del suboficial Luis Magallanes, sumieron a los voceros del gobierno en un caos.

“Estamos aquí con ustedes para que sientan el respaldo. El Perú les agradece, no por el 15, no por hoy, mañana o pasado, el Perú les agradece todos los días”, dijo en su discurso José Jerí. (Foto: Presidencia)
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La crisis consume a la policía mientras su comandante general, que se sometió a Dina Boluarte, somete al bisoño presidente y al despistado primer ministro a asistir a un reconocimiento a los policías que, en su mayoría, resistieron estoicamente el embate de la protesta. La ceremonia podría ser pertinente en otro momento pero era inoportuna para Jerí y es una provocación que puede retroalimentar una próxima ola de protestas.
Conclusión preliminar: la inseguridad ciudadana fue la prioridad de Jerí en sus primeros días, mientras estaba sin gabinete y sin protestas; luego del 15 su inseguridad de gobierno pasó a ser la prioridad. Mientras esas personales inseguridades no se aquieten y armonicen, la inseguridad ciudadana difícilmente tendrá la importancia que prometió Jerí en su asunción de mando.