Por Ronin 360
En Perú, llegar a la vejez es hoy una experiencia marcada por la precariedad. Cerca de la mitad de los mayores de 65 años (46%) no recibe pensión alguna. Y entre quienes sí tienen una, la mayoría depende de programas como Pensión 65, cuya transferencia no alcanza para cubrir la canasta básica alimentaria que define la línea de pobreza extrema.
Dicho de otro modo: la vejez en Perú no es sinónimo de retiro, sino de prolongar la vida laboral hasta donde el cuerpo aguante, o de depender de la ayuda de los hijos, hermanos o sobrinos.
Esa realidad ya es dura hoy, pero lo será mucho más en el futuro. La fotografía demográfica es clara: hacia 2070, cuando los actuales integrantes de la generación Z tengan más de 65 años, el ratio de dependencia de la vejez (que mide cuántos mayores hay respecto a la población en edad de trabajar) pasará de 15% actual a casi 40%.
En cifras absolutas, mientras hoy tenemos unos 3.4 millones de adultos mayores, dentro de 45 años serán cerca de 9.5 millones. Y lo más alarmante: más del 80% de ellos no tendrá pensión.
Red familiar en extinción
El drama se agrava por un fenómeno paralelo: el colapso de las redes familiares como soporte en la vejez. Nuestros adultos mayores de hoy tienen en promedio entre 4 y 5 hijos, lo que permite —aunque no siempre— cierto nivel de ayuda intergeneracional.
Pero hacia 2070, las cohortes mayores tendrán apenas entre 1 y 2 hijos, con una proporción creciente de personas sin descendencia. En un país con baja cobertura previsional, esa reducción de la red familiar equivale a quitar la última red de seguridad. Y la paradoja será brutal: viviremos más años gracias a los avances de la medicina, pero no tan saludables, con menos ingresos y apoyo familiar hacia el final de nuestros días.
La raíz del problema de por qué no funcionó el sistema de pensiones está en las deficiencias estructurales de nuestro sistema. Solo tres de cada 10 trabajadores aportan de manera regular a un fondo previsional. En promedio, un peruano cotiza apenas 6 de los 30 a 40 años que dura su vida laboral. La causa es evidente: el tránsito constante entre la formalidad y la informalidad. A esto se suma las normas que promueven los retiros.
El famoso retiro del 95.5% al cumplir 65 años convirtió a los fondos en simples cuentas de ahorro forzoso. A ello se suman los retiros extraordinarios autorizados por el Congreso: siete hasta ahora. Como consecuencia, los fondos han perdido cerca del 40% de su valor respecto a sus máximos históricos, y de continuar la tendencia podrían desaparecer, en su mayor parte, en la próxima década.
Espejismo liberal
Sin embargo, muchos jóvenes de la Generación Z —y no pocos adultos— creen que la solución es eliminar los aportes obligatorios.
El problema es que el futuro no será igual, será peor. Hoy, con todos sus defectos, el sistema todavía cubre a cerca del 30% de los trabajadores y ha permitido que más de un millón de personas accedan a una pensión en el sistema privado y otro millón en el sistema público.
Además, existen programas sociales como Pensión 65 que atienden a casi un millón de adultos mayores. Pero hacia 2070, con una población mayor cuatro veces más grande, un esquema voluntario o liberal extremo dejaría en la intemperie a casi 8 millones de personas. Sin pensiones, sin hijos suficientes que los sostengan y con una esperanza de vida que ya superará los 88 años.
No se impacienten, se harán viejos pronto
La generación Z está en riesgo de enfrentar la peor vejez de la historia peruana. Más longeva, más numerosa y más desprotegida que las anteriores, afirmó Isaac Foinquinos, economista jefe de Ronin.
Foinquinos sostuvo que creer que la solución es eliminar los aportes obligatorios es un espejismo peligroso. Explicó que hoy, con todos sus defectos, el sistema previsional peruano todavía garantiza pensiones (bajas, por nuestra baja productividad laboral) a cerca de 2 millones de personas.
“Mañana, sin reformas, más de 7 millones llegarán a viejos sin nada”, comentó.
Para el economista, la elección es clara: o construimos ahora un sistema sostenible, con aportes obligatorios, pero inteligentes, con pensiones mínimas dignas y con un blindaje real frente al populismo, o nos resignamos a un futuro de pobreza masiva en la vejez.
“La historia nos está poniendo contra la pared. La Generación Z no pide una solución: la exige, porque su destino depende de lo que hagamos hoy”, concluyó.
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