El reciente triunfo de Perú en el Mundial de Desayunos, una competencia global impulsada por un reconocido streamer, despertó un fuerte sentimiento de orgullo nacional y entusiasmo en las redes sociales. En esta edición, el pan con chicharrón se robó el protagonismo, convirtiéndose en un emblema que unió a los peruanos en su aspiración por tener el mejor desayuno del mundo. Sin embargo, esta celebración contrasta de forma contundente con una cruda realidad: Perú encabeza la lista de países con mayor inseguridad alimentaria en Sudamérica y ocupa el cuarto lugar en toda Latinoamérica y el Caribe, según el más reciente informe de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura).
Si bien el mismo informe evidencia una ligera mejora en comparación con años anteriores, el panorama sigue siendo alarmante. “Es impresentable el nivel de inseguridad alimentaria que tenemos”, señala la economista y exministra Carolina Trivelli. En paralelo, para millones de peruanos, acceder a esos desayunos que hoy son motivo de celebración internacional sigue siendo un privilegio fuera de su alcance.
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Perú es el país más afectado por la inseguridd alimentaria en la región. Datos basados en el informe “El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo 2025″, elabora por la FAO.
De la diversidad gastronómica al hambre cotidiano
Según el informe “El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo 2025”, la inseguridad alimentaria en el Perú afecta al 41% de la población, una cifra que incluye tanto inseguridad alimentaria moderada, cuando se reduce la cantidad o calidad de lo que se come, como inseguridad alimentaria grave, es decir, cuando las personas dejan de comer por días, según explicó Jessica Huamán, decana del Colegio de Nutricionistas de Lima. Además, la investigación también señala que un promedio de 13.9 millones de personas en el país no pueden acceder a una dieta saludable.
La experta en alimentación añade: “La inseguridad alimentaria no solo implica hambre, también involucra malnutrición. Muchos acceden solo a productos baratos y ultraprocesados que llenan, pero no nutren. Y eso genera desde anemia hasta obesidad”. A esto se suma una preocupante alza en la subalimentación, que ha pasado del 6.6% al 6.9% a nivel nacional, lo cual indica que millones de personas ya no logran cubrir ni siquiera sus calorías mínimas diarias.

La gráfica presentada en el informe muestra que el crecimiento salarial (línea naranja) no ha seguido el ritmo del aumento de los precios de alimentos (línea azul), lo que implica una pérdida de poder adquisitivo sostenida. Foto: “El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo 2025”
El problema no es la falta de comida, sino la falta de ingresos
De acuerdo con el análisis de la FAO, en Perú, el costo de una dieta saludable ha aumentado considerablemente desde 2017, especialmente después de 2021. Sin embargo, los salarios no han seguido el mismo ritmo, lo que implica que cada vez más personas podrían estar enfrentando dificultades para acceder a una alimentación nutritiva y equilibrada. Mientras que en 2017, el costo en dólares por persona para acceder a una dieta saludable era de US$3.25, en 2024 llegó a US$4.34, lo que representa un aumento del 33.5% en siete años.
Al respecto, ambas especialistas coinciden en una verdad incómoda: no falta comida en el Perú, falta dinero para comprarla. Trivelli es contundente al respecto: “En el Perú, el problema de inseguridad alimentaria no es de oferta, sino de capacidad económica de los hogares”. La recuperación económica postpandemia ha sido más lenta que en otros países de la región. Mientras otras naciones han alcanzado sus niveles prepandemia, Perú sigue rezagado, especialmente en términos de pobreza y empleo.
Lima, por ejemplo, tiene hoy el doble de pobreza monetaria que antes de la pandemia: pasó de 14% a 28%, señala la exrepresentante del Midis. “Eso significa que hay más personas que no saben si mañana podrán comer”, recalca. Esta fragilidad económica se vive con más fuerza en hogares donde el ingreso diario determina si se podrá cocinar al día siguiente o no.
Programas sociales como Qali Warma o Juntos: desactualizados y sin impacto real
A pesar de la magnitud del problema, las herramientas del Estado no están a la altura, alerta Trivelli: “Seguimos usando los mismos programas sociales de hace 10 años, cuando el perfil de pobreza era muy distinto”. Programas como Qali Warma o Juntos no han sido rediseñados para afrontar esta nueva crisis marcada por pobreza urbana, informalidad laboral y falta de acceso regular a alimentos.
Por su parte, Jessica Huamán, desde la experiencia en ollas comunes y programas de educación alimentaria en colegios, la desconexión es evidente: “Hay niños que llegan al colegio sin desayunar ni almorzar. Algunos solo tienen un sol para su lonchera. Y con eso no pueden cubrir ni una comida balanceada”. Además, advierte que las raciones que llegan a ollas comunes muchas veces no consideran ni necesidades nutricionales diferenciadas ni pertinencia cultural, lo que provoca rechazo o subconsumo.
¿Quién es el responsable?
Una de las causas estructurales más graves es la ausencia de una autoridad clara que lidere la política alimentaria del país, señalan las expertas. “En el Perú nadie es responsable del tema de alimentación. Ni el Ministerio de Salud, ni Agricultura, ni PCM. Todos se pasan la papa caliente”, denuncia Trivelli. Esto impide desarrollar estrategias integradas, articular esfuerzos o simplemente exigir resultados concretos.
Huamán añade otro punto crítico: “El Estado tiene la obligación de garantizar el derecho a la alimentación, pero no está generando las condiciones sociales, económicas ni políticas para que eso ocurra”. Agrega que, pese a que existe una Ley de Seguridad Alimentaria y Nutricional, su reglamentación sigue siendo débil y su implementación, casi inexistente.
Mientras tanto, iniciativas urgentes como la creación de un observatorio nacional de seguridad alimentaria o el fortalecimiento del programa de alimentación escolar siguen en pausa.
Niños invisibles, consecuencias irreversibles
La inseguridad alimentaria no solo tiene efectos inmediatos. Su impacto a largo plazo puede ser devastador, especialmente en la infancia. “Los niños que no comen bien hoy, comprometen su desarrollo cognitivo, su salud y su futuro”, advierte Huamán. En ollas comunes, por ejemplo, muchos niños reciben solo “la yapa” del plato de sus madres, sin que exista una ración pensada para sus necesidades.
Este tipo de malnutrición, ya sea por defecto (anemia, desnutrición) o por exceso (obesidad, diabetes tipo 5), está pasando factura, indica la especialista. Las cifras de anemia siguen sin mejorar y la desnutrición crónica, que durante años mostró reducción sostenida, se ha estancado.
El país de los dos desayunos: luz de la calle, oscuridad de la casa
El contraste entre la imagen de un país que ofrece un desayuno que conquista el mundo y otro donde un niño llega al colegio sin nada en el estómago, resume la contradicción que enfrentamos. Hay alimentos. Hay diversidad. Hay orgullo gastronómico. Pero también hay pobreza, informalidad, mala gestión y un abandono persistente de los más vulnerables. El Perú no necesita otro premio para su comida, sino la garantía del acceso a comidas saludables para la ciudadanía.
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