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Pero a Carlos Álvarez le falta un ingrediente esencial: la inequívoca, invicta, impostergable, indubitable voluntad de ser candidato presidencial. Le falta pronunciar, con asertividad, la frase simple y mágica: ‘quiero ser presidente del Perú’. Otros lo hacen a cada rato. Conversé brevemente con él y le pregunté si sus últimas apariciones se deben a que es consciente de que necesita disipar dudas: “He aparecido porque tenía que responder al ministro engreído de Dina Boluarte y censurado por el gobierno que yo llamo ‘Santiengáñez’, que me atacó y me dijo que salga del closet, y yo le respondo que salga él del closet de sus varias denuncias” me responde y enumera algunos antecedentes de ‘Juanjo’ con la fluidez de un remedo. Aún no me responde por las dudas y asperezas limadas con Vladimir Meza, el líder de País Para Todos (PPT), así que insisto. “Como en toda familia, hay desavenencias, pero estamos bien y si los delegados así lo deciden votarán por mí en las elecciones primarias”, me dice. Siempre hay un dejo, un retintín de condicionalidad cuando habla de su afán presidencial.
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“Yo viajo con mi plata, voy con mi seguridad, no me gustan las portátiles, me gusta oír y conversar con la gente, así se aprende. Cuando voy a la inauguración de un local partidario ahí sí me encuentro con los dirigentes y con Vladimir Meza”.
Su primera intención de ser candidato la conocimos mucho más temprano de lo que él hubiera querido, cuando la ley lo obligó a afiliarse a un partido antes del 12 de julio del 2024, dos larguísimos años previos a la contienda. Desde entonces, lo hemos visto deshojando margaritas en Tik Tok – voy o no voy- para desesperación de Meza y de su gente. En mi crónica “Carlos Álvarez, esto es en serio” (29/5/2025) les conté como nació PPT en base al movimiento regional ancashino El Maicito y como Meza y su directiva, en su búsqueda de un outsider popular, recalaron en Jeanette Enmanuel, la fundadora de Santa Natura. Ella no estaba interesada en aventuras políticas y les recomendó buscar a Álvarez.
Carlos y PPT hicieron clic pero también surgieron las tensiones. La más manejable fue asumir que Carlos tenía contratos que cumplir y su presencia en la campaña podría sufrir alguna intermitencia. Carlos minimizó esta contingencia cuando se la planteé. En cambio, sí es cosa seria la desconfianza del outsider en un partido nuevo con mañas tradicionales. Anotemos, además, que Carlos no viene con un aparato de gente y recetas para imponer al anfitrión, como sí fue el caso de Hernando de Soto en Progresemos y de Carlos Añaños en Perú Moderno, quienes llegaron con un esbozo de equipo y grupo propio a sus partidos de acogida. No por casualidad menciono a dos candidatos que patearon el tablero, porque el miedo a que Carlos lo patee de taquito, lo lance al aire, le encaje un cabezazo y se mate de risa (o pose afligido) en el intento, tiene a las bases ‘pepetistas’ en pindinga.
La duda ‘carlista’ era tan grande a fines del verano, cuando Carlos anunció que entraba en un periodo de silencio y evaluación de su candidatura; que el 16 de junio lanzó un video en Tik Tok, aclarando que había hecho las paces con Meza y seguía afiliado al partido (otra vez, el retintín de no proclamar su afán). Le comenté que mis fuentes me dijeron que un video pidiendo a militantes que se abstengan de poner paneles con sus fotos junto a la suya, había causado irritación. Carlos aclara, conciliador: “Sólo pedí que pongan que son precandidatos y no candidatos, para cumplir con esa formalidad. Pero no tengo ningún problema en que pongan paneles con sus fotos y la mía”.
Si las dudas persistieran, se complican, vaya que sí, las posibilidades del partido de cerrar el trato con ilustres invitados para las listas, además de fidelizar a financistas y grupos de respaldo. Pero Álvarez asegura que mantiene una relación fluida con el partido a partir de las condiciones que ha fijado con este: “Acordamos que yo manejo el 20% de invitados, y el 80% restante serán afiliados del partido y nosotros vigilaremos sus antecedentes”. En esa tarea crucial de los filtros, lo apoya la ex procuradora Julia Príncipe, que asegura poner celo fiscalizador a los postulantes, pero también es un presagio de tensiones. Un papel similar tuvo en la precandidatura de Carlos Añaños en Perú Moderno y, según mis fuentes, fue uno de los factores que precipitó que Añaños abandonara su candidatura.

(Foto: Jesús Saucedo/@photo.gec)
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Carlos no suelta prenda sobre jales y cabezas de lista; solo confirma que “hemos evaluado que en la plancha habrá una mujer del interior del país”. Mis fuentes me dicen que el ex ministro y ex congresista Juan Sheput, que conoce a Meza desde que ambos coincidieron en las filas del toledismo, sería un jale para la lista al senado. PPT tiene cuadros de diversas regiones y de diversos colores en sus filas, así que menudo trabajo de checar antecedentes le espera al equipo de Álvarez, su manager Raúl Dávila y Príncipe, entre otros que no conocemos. Por ejemplo, Wilber Cutipa, ex candidato regional por Puno del movimiento Somos Pueblo, ya anunció, con ceremonia de pago a la tierra incluida, su pre candidatura al GORE puneño con PPT.
“Yo viajo con mi plata, voy con mi seguridad, no me gustan las portátiles, me gusta oír y conversar con la gente, así se aprende. Cuando voy a la inauguración de un local partidario ahí sí me encuentro con los dirigentes y con Vladimir”, me dice Carlos para que vea cómo funciona, en la cancha, su relación con el partido.
Cuando no quepan dudas
Aunque Carlos se coloca en un centro imaginario negándose de derecha o de izquierda, la primera lo siente suyo. No se explaya demasiado en temas económicos que no domina; pero sí insiste en el combate a la inseguridad con esos ingredientes que encandilan a la derecha extrema: salirnos del pacto de San José, pena de muerte, papel decisivo de las FFAA, reforma de la justicia ‘caviar’ (no suele pronunciar la palabreja pero está implícita .
Carlos se presume una alternativa a Keiko Fujimori y no ha afinado su discurso sobre Rafael López Aliaga, con quien confiesa que tuvo reuniones pro alianza meses atrás. “Hablo de inseguridad porque es lo que más preocupa a la gente. Ya sé que dicen que no hablo mucho de economía, pero, ¿acaso la inseguridad no afecta a la economía?” se pregunta y se responde confirmando que su tema A, B y C es por ahora ese. Le pregunté, a modo de ejemplo, sí piensa que se debe mantener el régimen de excepción para la agroexportación y no tenía una respuesta definida. Pronto la tendrá.
“Creyó que la mejor forma de marcar la nueva fase era prodigarse como un hombre que sonara serio y profundo, sin chistecitos. Y resultó aburrido. Ahora está aprendiendo a unificar el humor político con la política a secas”.
Así las cosas, no descartemos que, con intermitencia de campaña y dudas en reserva, la candidatura de Álvarez pase la prueba ácida de la inscripción de plancha y de listas, y los delegados de PPT lo voten como candidato único. Tampoco podemos descartar que, en el verano electoral, los calores de campaña le provoquen tirar la toalla. Mario Vargas Llosa, el primer gran outsider presidencial, amenazó varias veces con hacerlo. Y eso que era el favorito. Carlos nadará en el mar de la fragmentación electoral en el que veremos -sin mayor sorpresa- más de una implosión de aquellos que perdieron la paciencia y la esperanza al no verse destacados ni en sondeos ni en medios ni en redes ni en boca de la gente. Concedámosle a Álvarez, eso sí, que su implosión sería sonora, movería el tablero general y su vuelta -podría ser calamidad pepetista o truco publicitario, ya veremos- podría ser más sonora aún.
Su persistencia en un lugar destacado, constante y uniforme en los sondeos, con 40 años de popularidad de humorista a cuestas, hace pensar que se mantendría en el candelero de los favoritos. En sus últimas entrevistas, se ve un aprendizaje de viejo cómico, ya sesentón, pero novato en político. Hasta el año pasado la gran mayoría de sus apariciones no eran ‘en persona’ sino ‘en caracterización’. Los periodistas nos divertíamos improvisando con su remedo de coyuntura y reservábamos un minuto final para que Carlos dejara la careta e invitara al público a sus shows en vivo. A esa información promocional se limitaba su discurso personal.

(Foto: Facebook/País para Todos)
Hasta que, por obligación política, Carlos tuvo que prescindir del remedo y creyó que la mejor forma de marcar la nueva fase era prodigarse como un hombre que sonara serio y profundo, sin chistecitos. Y resultó aburrido. Ahora está aprendiendo a unificar el humor político con la política a secas y asimilar la lección clave: en política no puedes dejar de ser tú mismo pues si niegas una parte fundamental tuya, se te verá falso y acartonado. Cuando le comento estas disquisiciones, me dice -riendo- que algo de eso le parece cierto.
Por lo pronto, Carlos Álvarez, el outsider que no quiere ser ni firme ni bamba, que atraviesa el espejo de ida y vuelta, el candidato renuente e intermitente, el hombre atacado prejuiciosamente por sus preferencias sexuales que mantiene en la privacidad con una batería de respuestas cachacientas; seguirá animando la campaña más fragmentada de nuestra historia.