Es mediodía en El Agustino. Un día de invierno frío con una historia cálida. Don Guillermo Unzueta llega con una casaca puesta. A sus 73 años no parece estar cansado ¿La razón? Angie. Tiene 4 años y medio y también trae una casaca, pero de esas con colores que identifican a los niños. Ellos son familia. Ellos son padre e hija. Él la lleva de la mano mientras vende sus galletas, chocolates y otras golosinas. Sabe que de la venta del día dependen su alimentación, vestimenta, techo, etc. Pero esta historia no empieza aquí, sino 11 años atrás.
Mira también:
“Yo tenía 62 años, era taxista como dice la canción de Ricardo Arjona. Así conocí a Maritza de 21 años. Mi vida cambió, pero yo tenía miedo. ‘Soy mayor que tú’ le dije. Ella me respondió ‘Para el amor no hay edad’. Y desde ese día nunca nos separamos, pese a que su familia se oponía y de pronto fuimos tres. Me dijo que estaba embarazada y Angie nació en febrero del 2021, en el Hospital Bravo Chico. Me cambió la vida. Nada iba a separarnos”, cuenta Guillermo mientras ve pasar los autos en el Jirón Ancash.

Pero el señor Unzueta se equivocaba, sí hubo algo que los separó. Fue un paro cardiorrespiratorio lo que se llevó a su joven amor. Y mientras Guillermo lloraba, Angie, de 2 años y medio en aquel momento, no entendía que mamá se había ido. Luego del sepelio, se encontró viudo, solo y con una pequeña. Entonces hizo lo que un hombre hace, luchar. “Tuve que traer policías para evitar que se la lleven. Ya no pude taxear y debí salir a vender con ella porque jamás la hubiera dejado con nadie. Usé un ‘canguro’, luego un cochecito y ahora la llevo de la mano”, relata.

Van por la zona del Agustino y a veces hacen ‘gira’ por la Avenida México y La Cultura. Siempre juntos. Siempre unidos hasta que el sol se va poniendo y es tiempo de ir a casa. “Yo perdí a mi madre a los 5 años y mi padre no nos cuidó. No quiero que Angie pase lo mismo. Pero sé la edad que tengo y diario ruego a Dios que me permita al menos dejarla de más de 15 años. Allí habré logrado bastante. Mi preocupación es que me pueda ir antes ¿Qué sería de ella?. Pero confío en Dios”, nos dice Guillermo mientras echa a llorar. Angie se acerca, empieza a jugar con el cabello de papá y le sonríe. Es la forma más bella de secar las lágrimas.

Santiago Noriega es el protector de la pequeña familia
Pero, como muchas veces en la vida, Dios manda ‘ángeles’ y Santiago Noriega se cruzó en el camino de la increíble dupla. “Lo conocí al señor Guillermo empujando su cochecito, me contaba a veces que solo desayunaban y almorzaban pan con agua. Pude ayudar a que le compren sus golosinas, hicimos una ‘chuleteada’ y pudimos pagarles dos meses de cuarto. Ahora mi preocupación es la salud del señor. Hacemos ‘lives’, nos ayudan a veces con ropita, con 20 soles o 50 soles y todo suma”, relata Santiago, quien no tiene hijos y es director de la prestigiosa escuela de baile ‘Sabor y Canela.
Una escuela donde ¿Adivinen quién baila? Sí, Angie. “Ella nos veía y se ponía a bailar festejo. Cautiva a todos, la aplauden y es increíble el arte que tiene. Es linda”, confiesa. Como confirmando esto, y pese a no tener música de fondo, Angie ejecuta pasos de baile en la acera. Irradia luz y talento. Guillermo mira a su hija y expresa su sentir. “¿Sabes? Le gustan las tortas y el ‘Tallarín Saltado’. Me gustaría conseguir un local, vender panes con asado, lechón, butifarras para sacar un poco más. Ella es mi más grande inspiración. Quisiera que me recuerde así. Se que me va a echar de menos y me va a recordar con una risita. No tengo duda”, culmina el señor mirando a la pequeña y con otras lágrimas.
Entonces, ahora sí gira la cabeza y es él quien me pregunta “¿Tienes hijos Carlos?“. “No”, le contesto. “Son la mayor motivación”, me comenta. Angie viene corriendo y lo abraza. Nunca el invierno fue tan cálido.
- SU AYUDA ES MÁS QUE IMPORTANTE / TELÉFONOS DE CONTACTO
Guillermo Unzueta 910847714
Santiago Noriega 933180002
https://www.tiktok.com/@saborycanelaperu
https://www.instagram.com/sabor.canela_peru/