
Bolivia atraviesa una crisis económica profunda, descrita por varias fuentes como la más grave de las últimas cuatro décadas. La inflación alcanzó casi el 10% a inicios de 2025, mientras las reservas de dólares prácticamente se agotaron y el boliviano se depreció cerca de un 50% en el mercado informal. Las protestas y bloqueos en respuesta al conflicto político entre el expresidente Evo Morales y el actual mandatario Luis Arce han paralizado rutas clave y empeorado la escasez de gasolina, combustibles y alimentos.
Además, el país depende cada vez más de subsidios al combustible que el gobierno apenas puede financiar y recurre incluso a la importación con criptoactivos para mitigar la falta de dólares. En las zonas fronterizas con Perú, los bolivianos están recurriendo al sol peruano como moneda de cambio ante la imposibilidad de acceder a dólares.
En puestos de cambio informales cercanos a la frontera, se observa que un sol se intercambia por aproximadamente 3 bolivianos, una tasa muy superior a la oficial, lo que ha generado oportunidades comerciales informales y favorece su uso en transacciones cotidianas fronterizas.
Según plataformas financieras, al jueves 24 de julio de 2025, el sol peruano se cotiza en aproximadamente 1,94 bolivianos, según Wise (tasa de mercado medio), y el sitio Exchange‑Rates.org lo sitúa en torno a 1,9468 bolivianos por sol peruano. Mataf.net reporta una cifra similar cercana a 1,9406 BOB/USD. El dato oficial del Banco Central de Bolivia indica que S/ 1 equivale a 1,93022 BOB y que el tipo de cambio de venta es de 3,55400 BOB por sol.

Bolivia atraviesa una aguda escasez de productos básicos debido a una combinación de restricciones en el acceso a divisas, importaciones paralizadas y escasez prolongada de combustibles. La falta de dólares ha encarecido las importaciones de insumos agrícolas, semillas, agroquímicos y granos como soya, sorgo y maíz.
Al mismo tiempo, el suministro limitado de diésel ha paralizado maquinaria agrícola, compresión de cosechas y transporte, impactando directamente en el abastecimiento de alimentos esenciales como arroz, aceite, huevo y carne. Esto ha generado desabastecimiento en mercados y supermercados del país, con estanterías vacías y una creciente queja de consumidores que enfrentan productos cada vez más caros
La crisis se intensifica por la inflación de alimentos, que ha superado el 24 % interanual, mientras las protestas y bloqueos interrumpen nuevamente la distribución de mercancías en rutas clave. Los productores, especialmente de carne y cultivos, se han declarado en emergencia ante la imposibilidad de operar sin diésel, señalando que gran parte de la oferta de productos frescos está en riesgo si no se normaliza la logística vigente.
A esto se añade el aumento del contrabando y el mercado informal de cambio de divisas, lo que distorsiona aún más los precios locales y deja al país con una profunda escasez de bienes esenciales. La población experimenta interrupciones frecuentes en el acceso a productos básicos, mientras el poder adquisitivo se erosiona con rapidez.

La escasez de dólares en Bolivia tiene su origen en una fuerte caída de los ingresos por exportación, especialmente del gas natural, que durante años sostuvo la economía del país. Desde el esplendor exportador de 2014, cuando las reservas alcanzaron los USD 15 mil millones, este flujo se redujo drásticamente hasta situarse cerca de USD 2 mil millones en 2024, con apenas alrededor de USD 121 millones disponibles en forma líquida para operaciones inmediatas.
Ante esta situación, el Banco Central dejó de suministrar dólares al sistema financiero, lo cual generó restricciones en transferencias internacionales, retiros en efectivo y pagos digitales en moneda extranjera. Paralelamente, el gobierno ha gestionado elevados déficits fiscales, financiados con subsidios al combustible y emisión monetaria, lo que empeoró la depreciación del boliviano y exacerbó los desequilibrios externos.
La creciente deuda externa y la escasa llegada de nuevos créditos—bloqueados en la Asamblea Legislativa— han generado una salida neta de divisas hacia el exterior, donde Bolivia paga más en compromiso con deuda que recibe en los desembolsos nuevos. Este combo dejó al país sin liquidez internacional y provocó el surgimiento de un mercado paralelo donde el dólar se vende con primas que superan el 50%, mientras el oficial se mantiene artificialmente bajo, profundizando el encierro del sistema en una crisis de divisas crónica.