Leonardo Padilla, un joven peruano de 29 años, rememora con nostalgia su decisión de abandonar Huancavelica para perseguir su sueño en Estados Unidos: convertirse en profesor. “La única manera de aprender es aventurarse a lo nuevo”, afirma.
Estudió contabilidad en Huancayo, logrando trabajar en un banco reconocido de la ciudad. Sin embargo, no era lo que esperaba. “No me gustaba estar sentado en una silla durante 8 horas”, reconoce. Sabía que la danza y la docencia eran realmente lo suyo. Su familia no estaba muy convencida de ello, pero lo apoyaron.
Con el poco inglés que sabía, no dudó. Tomó sus maletas y emprendió el vuelo rumbo a Idaho como inmigrante, un estado, cuenta, que se asemejaba demasiado a su pueblo y porque “el costo de vida era accesible” para él. “Es similar a Huancayo. Todo está rodeado de valles”.
El inglés era lo más importante
Llegó en plena pandemia de la Covid-19. El 2020 fue un año difícil. El idioma, las personas, las calles, la comida, todo era nuevo. Un buen amigo suyo le ofreció su hogar. El sofá era su refugio sus primeras semanas.
No perdió la oportunidad de seguir perfeccionando su inglés. Accedió a unas clases gratuitas. Se comprometió ser recíproco con la ayuda que recibió. “Mi objetivo era devolver ese favor”, fue su anhelo a partir de ese momento.
Sin la oportunidad de ejercer su profesión, comenzó trabajando en un restaurante de la ciudad. Este fue el lugar ideal para iniciar su nuevo estilo de vida. Su inglés comenzaba a mejorar. Finalmente, la oportunidad le llegó: tomó un cartel y decidió impartir clases improvisadas de zumba en los parques. El baile siempre fue lo suyo. Con miedo, pero con el apoyo de sus conocidos, no había nada que perder. “Leo, yo confío en ti”, le decían sus amistades.

Clases de zumba por el profesor Leonardo Padilla en Idaho.
“Mientas pueda bailar, con eso es suficiente”
Al inicio no recibía ingresos, pero no le preocupaba: “Mientas pueda bailar, con eso es suficiente”, sonríe. No fue casualidad que se ganara el cariño y el reconocimiento de la ciudad de Hailey. Su pasión le abrió más puertas: le propusieron ser instructor y coreógrafo.
No se imaginó que dejaría un precedente y una mejor imagen para los inmigrantes. “Abrí las puertas a la comunidad hispana”, menciona, sintiéndose orgulloso que ser parte de algo más grande.
El camino ya no era tan complicado. Sabe que “la imagen es muy importante” para crear confianza entre los ciudadanos, advierte. Pero sentía que le falta devolver “ese favor”: realizar una labor social. “Siempre quise enseñar”, era su premisa.
Continúo con sus clases de inglés hasta que le ofrecieron, primero, dictar español. Sus habilidades y su capacidad de aprender rápido fueron suficientes para iniciar con el dictado de inglés a los inmigrantes que acaban de llegar. “Al margen de tu posibilidad económica o de dónde vienes, puedes mejorar tu nivel de inglés”, es su frase que suele repetir a cada nuevo estudiante ante el temor de un nuevo idioma. “Si yo puedo, también tú”, les recuerda.
Leonardo sueña con enseñar español en las escuelas
Gracias al apoyo de la comunidad, este año empezó una maestría en Lengua y Literatura en la Boise State University con un solo objetivo: ser parte de la administración de la ciudad y que se pueda enseñar español en todas las escuelas.
Para Leo, independientemente de tu situación legal, mereces expresarte y que todos “merecen acceder a los servicios que ofrece el país”. No le importa de qué nacionalidad seas, “mereces respeto”.
Mientras continúa motivando a otros a perseguir sus sueños, Leonardo continúa recibiendo mensajes de agradecimiento. “Leo, me acaban de ascender del trabajo”, “Leo, acabo de abrir mi propia compañía”, “Leo, mi hijo acaba de nacer”, “Leo, gracias por tus clases porque me motiva vivir en este país”, son solo algunas frases que recuerda con cariño, y que lo impulsan a lo que realmente quiso desde pequeño: enseñar.