Juan Ramón Morillas Rosas empezó a traficar con animales de la Amazonía peruana en mayo de 2019. Tenía un zoocriadero con más de 5.300 especies, desde capibaras hasta serpientes, y ganó 1,5 millones de dólares, según las indagaciones de las autoridades de Perú.
El alias en Perú de este jiennense de 62 años es “el español” y la Policía de ese país asegura que se trata del “mayor traficante de especies de Sudamérica”, además de ser el líder de la banda “Los depredadores del Oriente”, dedicada a “comercializar y traficar ilegalmente especies de la fauna silvestre de la Amazonía del Perú”.
Fue detenido la madrugada del 24 de junio en su zoocriadero en Iquitos, una ciudad ubicada en el norte del país, en la entrada a la selva amazónica donde habitan miles de especies exóticas que solo se encuentran en ese lugar. También fue apresado otro español, Miguel Fernández, además de otras diez personas entre las que se encuentran funcionarios que fueron claves para que Juan Ramón traficara con los animales que cazaba en la Amazonía, explican las autoridades.
Juan Ramón es un biólogo apasionado por los animales.
La Policía encontró animales disecados en la casa que estaban listos para ser exportados a Estados Unidos, China, Hong Kong, Tailandia, Rusia, España, y varios países más.
Entre las especies encontradas había algunas que están en peligro de extinción. un oso hormiguero gigante, tamandúas, pacas, monos , primates, tortugas, caimanes, camaleones, boas esmeralda, shushupes, tucanes, guacamayas, perezosos, capibaras y más.
“Todo lo que se ha incautado en el mercado (negro) internacional bordea los 600.000 dólares“, señaló Manuel Lozada, jefe de la Dirección de Medio Ambiente de la Policía peruana que desmanteló la red tras dos años de investigación junto a Interpol y agentes especiales del Servicio de Peces y Vida Silvestre de Estados Unidos.
Un juez de Lima le impuso 18 meses de prisión preventiva a Juan Ramón, y se enfrenta a una pena de cinco años de cárcel. Él defiende su inocencia. Cuando fue preguntado por los medios de comunicación mientras era trasladado por la Policía, dijo que “ya se demostrará” que no es un traficante de animales como le acusan.
Apasionado por los monos
Juan Ramón Morillas es un biólogo originario de Jaén. Tiempo atrás tuvo un proyecto de zoocriaderos que no prosperó y en 1995 viajó a Perú para hacer un estudio de fauna en la Amazonía, cuenta Dusting Lee Guevara, un peruano que trabajó con Juan Ramón varios años.
Una boa esmeralda encontrada en el zoocriadero de Juan Ramón.
Corría entonces el año 2005 cuando Dusting, originario de Iquitos, le ayudó a crear un zoocriadero de especies silvestres. “Los primeros módulos de crianza eran con especies de lagartijas, camaleones, ranas, serpientes, aves, tortugas, mamíferos como monos tití, mancos, choznas”, detalla este hombre que habla con EL ESPAÑOL mientras recorre el río Amazonas por el norte del Perú.
Juan Ramón tenía estos animales en casas que alquilaba en Iquitos, pero los vecinos se quejaban porque “no soportaban los malos olores”. Luego, el hombre se trasladó a un terreno de 29 hectáreas en el kilómetro 42 de la carretera entre Iquitos y Nauta, una zona rural. Ahí formó su zoocriadero donde años más tarde llegaría la policía a detenerlo.
Otro que trabajó con él en ese lugar es Héctor Burgos, un joven español que estudió un curso de patología veterinaria y conoció a Juan Ramón en 2018. Se fue a trabajar con él a Perú más de un año, y cuando llegó a su casa en Iquitos, Héctor se dio cuenta que Juan Ramón era un apasionado de los monos. Tenía varios como si se trataran de mascotas “por capricho”.
Los animales que más le gustan a Juan Ramón son los monos.
Chimpancés en Jaén
El 22 de agosto de 2011 cerca de las diez de la mañana, dos chimpancés que vivían en el Zoo World Center de Mancha Real, Jaén, huyeron de las instalaciones. El lugar era propiedad de Juan Ramón Morillas y desde entonces se sospechaba que traficaba con animales.
Uno de los chimpancés se llamaba Bou-Bou, y regresó poco después al zoo. El otro, Bongo, de un metro y medio de altura, se paseó por las calles del pueblo y por los olivos. Incluso hizo acrobacias en una obra mientras los vecinos miraban sorprendidos al animal circulando libremente.
El Servicio de Protección de la Naturaleza (SEPRONA) de la Guardia Civil, la Policía Local, guardas forestales y cuidadores del zoo, lograron capturar al chimpancé cerca de las tres de la tarde, después de dispararle tranquilizantes con un rifle.
El zoo fue cerrado poco después.
Un año antes, en 2010, un equipo del Seprona ya había detectado irregularidades durante una inspección de las instalaciones del zoo, según denunció la Fundación para el Asesoramiento y Acción en Defensa de los Animales (FAADA). En el lugar no había condiciones de seguridad, no tenían autorización para la tenencia de primates y en el centro no había personal “con conocimientos adecuados”.
“Se constata la muerte de animales, entre ellos un chimpancé que se encuentra en un congelador, sin que se haya avisado a la autoridad sanitaria ni haya habido ninguna intervención veterinaria”, recoge una denuncia hecha por la Fundación.
Desesperación
Héctor Burgos cuenta que cuando él llegó a Perú para trabajar con Juan Ramón a finales de 2018 “prácticamente no había permisos ni nada. Con el tiempo, parece que los fue consiguiendo. No sé cómo habrá hecho”. Lo que sí notó Héctor es que “llegaban políticos a su casa y era un poco raro”.
Los vínculos de Juan Ramón con políticos eran conocidos en Iquitos. De hecho, a finales de enero de 2025, participó en un evento junto a un congresista peruano llamado Jorge Alberto Morante Figari y otros funcionarios. Tras la captura de Juan Ramón, el gobierno regional eliminó las fotos que había subido de ese evento en redes sociales, en donde aparece el hombre junto a las autoridades.
De izquierda a derecha, Juan Ramón junto al congresista Morante
Durante el tiempo que estuvo en Iquitos, Héctor lo pasó muy mal porque casi no había comida, tampoco le pagaban y no había una administración que llevara bien las cuentas. “Era todo a lo loco, sin control y por eso nos decidimos marchar porque no había un proyecto serio. Prácticamente nos tocaba a nosotros comprar la comida para los animales“.
A veces, los animales comían mientras que Héctor y los demás trabajadores pasaban hambre. Casi todos decidieron irse a finales de 2019.
El refrigerador del sitio donde estaba Héctor se mantenía vacío.
Incluso, antes de regresar a España, Héctor pagó de su propio dinero los últimos dos meses de luz de la casa. “Fue a raíz de eso, de que nos fuimos todos y se quedara solo, cuando ya se metió a hacer negocios de este tipo [tráfico de animales] para poder sobrevivir”.
La teoría de Héctor es que Juan Ramón empezó a traficar con animales “por desesperación”.
Así funcionaba la red
La Policía intervino las comunicaciones telefónicas de Juan Ramón y los otros miembros de la red. Fue así como se dieron cuenta que él entrenó, financió y coordinó con personas para que capturaran especies de zonas prohibidas que luego se vendían como legales usando los permisos que consiguió bajo sobornos.
Una vez que los animales eran cazados, personas identificadas como “manejadores de especies”, los revisaban y aprobaban su traslado al zoocriadero de Juan Ramón, en donde eran preparados para su exportación.
En el mercado negro, algunos animales como ranas pequeñas pueden costar desde 5 o 10 dólares, y otras especies como serpientes o capibaras pueden encontrarse hasta en 300 dólares o más, explica Héctor.
En Perú se permite la extracción de animales del bosque para su exportación. Para ello se necesitan permisos especiales que las autoridades regionales otorgan después de hacer un estudio completo que puede tardar meses. Muchas veces estos permisos no son aprobados porque no se cumplen todos los requisitos o porque podrían significar un grave daño al medio ambiente.
Héctor recuerda que en 2018 Juan Ramón consiguió uno de estos permisos, pero cree que fue hecho por funcionarios peruanos a cambio de una compensación económica.
De acuerdo con el auto de detención emitido por un juez de Lima el 9 de junio, y publicado por el medio peruano Ojo Público, Juan Ramón comenzó a exportar animales en mayo de 2019, utilizando permisos conseguidos a través de sobornos a funcionarios, biólogos, facilitadores y coordinadores logísticos.
El segundo de izquierda a derecha, Juan Ramón y a su lado, Miguel Fernández, ambos españoles detenidos por la Policía peruana.
Estos facilitaban actas de inspección, guías de exportación y permisos de aprovechamiento pese a que no cumplían con los requisitos. Al menos seis de esos funcionarios también fueron detenidos.
La investigación también reveló que solo entre el 2021 y 2023, Juan Ramón exportó al menos 3.040 animales. Los embarques incluyeron 158 tortugas matamata, siete osos hormigueros, 70 perezosos y un reptil cuyo tráfico llevó al descubrimiento de una nueva especie.
Los perezosos son los que más dinero le dejaron a jiennense: 28.500 dólares. Luego le siguen los armadillos, ronsocos, puercoespines, camaleones y otros por 15.729 dólares. También lagartijas, por las que le pagaron 9.047 dólares, además de ranas y sapos (7.401 dólares) tortugas (3.380 dólares) y osos hormigueros (2.600 dólares).
Luego, entre 2024 y 2025, Juan Ramón ganó 182.000 dólares en exportaciones hacia Estados Unidos, Emiratos Árabes Unidos, Malasia y República Checa. A estos países llegaron un total 97 perezosos (96.000 dólares), 28 monos (37.000 dólares), 17 osos hormigueros (14.000 dólares), 19 ronsocos (13.000 dólares), 161 lagartijas e iguanas (9.000 dólares) y 214 sapos y ranas (5.000 dólares).
Las autoridades estiman que, en total, Juan Ramón amasó 1,5 millones de dólares en exportaciones de animales silvestres capturados en la Amazonía peruana.
El zoocriadero
Dusting Guevara cuenta que fue en 2008 cuando Juan Ramón logró exportar animales por primera vez. Se trataba de monos tití, tortugas aguajal y tortugas matamata. “Así ganó reconocimiento en el mercado internacional y consiguió compradores de las universidades, coleccionistas, zoológicos y otros exportadores”, detalla.
Sobre la legalidad de estas exportaciones, asegura que Juan Ramón consiguió los permisos necesarios.
Todo funcionó bien por varios años hasta que, en 2014, empezó una crisis porque había exportadores en Perú que estafaban a sus compradores en el extranjero. Para la pandemia de 2020, el negocio ya había decaído por completo, relata Dusting, quien dejó de trabajar con Juan Ramón ese año.
Lagartijas del criadero de Juan Ramón
“Hasta el año que trabajé con Juan hubo 14 inspecciones, de las cuales tres nos dieron observaciones para subsanarlas y seguir con el funcionamiento del zoocriadero”, detalla Dusting. Nunca habían señalado al hombre de ser el mayor traficante de especies de Sudamérica, hasta ahora.
De todas las exportaciones que hizo Juan Ramón, hubo seis que le ayudaron a mejorar la infraestructura del criadero y también para compras de equipos, herramientas y vehículos. Además, “recibimos a 40 promociones de estudiantes universitarios, colegios y de instituciones para capacitarlos en herpetología, botánica local, medicina tradicional y supervivencia”.
Dusting cree que las razones por las que detuvieron a Juan Ramón es porque “él sabe quiénes cobran coimas [sobornos] para los trámites de los permisos”.
“Juan es una persona que no tiene conocimientos para manejar una empresa y se ha metido en un negocio que es muy difícil, sobre todo en un país muy corrupto donde si no metes la mano en la corrupción, lo más seguro es que te saquen”, dice Héctor Burgos.
Héctor también conoció a Miguel Fernández, el otro español detenido junto a Juan Ramón. “Él era, por así decirlo, un tonto útil de Juan. Lo que hacía era emborracharse y la carpintería que necesitaba Juan, pero por lo demás, él no sabía qué estaba haciendo Juan”.
Según las autoridades peruanas, Miguel Fernández desempeñaba el rol de manejador de especies dentro de esta red.
Un felino encontrado en el zoocriadero de Juan Ramón.
Milagros Ferreyra
Tanto Dusting Guevara como Héctor Burgos consideran que en esta historia es importante el papel de Milagros Ferreyra, una mujer allegada a funcionarios poderosos en Perú que en el pasado ha sido acusada de tráfico de especies. “Esa sí que es una de las mayores traficantes de Sudamérica, no Juan, que no tiene donde caerse muerto”, señala Héctor.
El año pasado, un juzgado emitió una sentencia en contra de Ferreyra para expropiarle cuatro viviendas, un hotel y tres zoocriaderos valorados en más de 900.000 euros. El argumento del juez es que el dinero con el que se compraron esas propiedades fue obtenido de manera ilícita a través del lavado de activos y de tráfico de animales. Esta mujer está señalada en Perú de ser una de las principales exportadoras de tortugas taricayas.
Recientemente se ha anunciado un proyecto llamado Repoblación de tortugas taricayas, “pero lo que realmente hace es exportación masiva sin control de taricayas”, explica Héctor.
“Milagros usó sus contactos para quitarse a Juan de en medio. El pez más grande se comió al pez más chico, como dicen”, detalla.
Dusting coincide con esta teoría. “Tenemos un Gobierno lleno de corruptos. Quisieron lavarse las manos escondiendo los sobornos que cobraron por cada permiso que ofrecen”.