Los docentes que trabajan en zonas rurales de la sierra y selva del país a diario enfrentan una serie de desafíos como las distancias largas, la falta de conectividad, pocos recursos, inseguridad y los peligros propios de la geografía. A pesar de estas dificultades, continúan preparando a sus alumnos para el futuro.
Vicente Cayruna es uno de ellos. Hace tres años llegó como profesor de secundaria a la institución educativa Nueva Palestina, en el distrito de Masisea, en la región Ucayali.
La falta de conectividad es uno de los problemas que enfrenta. En la zona no hay buena señal, por lo que le dificulta obtener información pedagógica para preparar sus clases y comunicarse con su familia. “La señal del celular es casi nula. A veces, para tener señal, tenemos que subir a una parte alta del terreno, y aun así, se va en cuestión de minutos”.
Para llegar a la escuela, Cayruna viaja cinco horas, gran parte en canoa o bote a motor, dependiendo las condiciones del tiempo. Por ello muchas veces opta por quedarse de lunes a viernes en el distrito.
El clima es otro obstáculo con el que debe lidiar debido a que las lluvias intensas provocan que el colegio se inunde, lo que obliga a suspender las clases. “El agua sube y no se puede llegar al colegio. El río es la única vía, y todo depende de su caudal”, comenta.
A esto se suma el deterioro de la infraestructura de la escuela, que se daña cada vez más con las lluvias. “Las paredes se humedecen. La escuela está en mal estado, y no hay un plan de atención de las autoridades”.

Vicente Cayruna (derecha) trabaja en la IE Nueva Palestina, en el distrito de Masisea, Ucayali. Viaja varias horas para llegar a la escuela y por ello se queda en un cuarto alquilado. Las inundaciones afectan las clases, dice.
En medio de esas condiciones extremas, Vicente Cayruna enseña a 50 alumnos. Muchos de ellos llegan sin desayunar. “Las inundaciones destruyen los cultivos y dejan sin alimentos a las familias. A veces no hay qué comer, ni en casa ni en la escuela”, dice.
A pesar de estos problemas, lo que le motiva es ayudar a los niños a vencer el analfabetismo, ayudar a sus familias y a su comunidad. “Eso me da fuerza. Estamos abandonados en estas zonas alejadas. Nos causa indignación. También tenemos derechos, merecemos educación de calidad e igualdad de condiciones”.
Falta de recursos
La misma historia la vive Luz Idelsa Chávez Sandoval, docente de primaria, quien lleva nueve años enseñando en la IE n.° 82019 del caserío La Conga, distrito de Chugay, en la provincia de Sánchez Carrión, en la región La Libertad.
Su jornada empieza muy temprano: “Salimos de la ciudad de Huamachuco a las cinco de la mañana y llegamos a nuestra institución a las siete, son dos horas de viaje”.
Durante la semana se queda en el caserío y se hospeda cerca de la escuela, y los viernes regresa a casa debido a que la carretera no está asfaltada y el viaje toma casi dos horas en el vehículo del director.
En esta institución rural estudian 55 alumnos entre inicial y primaria, quienes no cuentan con juegos o columpios para que se recreen.
A parte de la infraestructura, también carecen de otros recursos, como los materiales escolares “que están deteriorados”. Tampoco hay servicios médicos ni tiendas cercanas. En estas condiciones deben educar a los niños. “Por ello, los docentes tenemos que traer los medicamentos y alimentos desde la ciudad para que duren toda la semana”, cuenta.

Luz Chávez enseña en el caserío La Conga, en Sánchez Carrión, La Libertad. Sale de Huamachuco a las 5 a.m. todos los días.
Lamentablemente, la ausencia de los escolares en clases son frecuentes por enfermedades o porque las familias priorizan el trabajo en el campo. No obstante, la maestra Luz tiene la misión de preparar a los niños para que puedan estudiar una carrera y así poder salir adelante.
Reconoce que lo más difícil es “estar alejados de nuestras familias”. Tiene un hijo mayor de edad que cursa estudios universitarios y por eso ella ha decidido continuar en esta labor rural. “Necesitamos estar mejor abastecidos en medios y materiales para las aulas y sobre todo que mejoren la infraestructura”.
Larga distancia
Lejos de ahí, en Iquitos, la profesora Maricruz Pizango Sangama se demora más de dos horas para llegar a la institución educativa San Francisco Río Itaya n.° 60138, donde labora desde el 2015. El plantel está ubicado en medio del río Atalaya, en el distrito de Belén.
Anteriormente, dedicó 20 años de su vida a enseñar en la frontera con Colombia, una de las zonas más críticas y desatendidas de Loreto.
El distrito donde actualmente trabaja es una zona vulnerable y es afectada constantemente por las crecidas de los ríos. Para llegar al centro educativo, Maricruz Pizango debe iniciar su jornada muy temprano, pues tiene que tomar dos transportes: primero un mototaxi que la lleva hasta el puerto y luego un bote ‘peque peque’.

Es un esfuerzo diario que realiza para llegar a enseñar a sus estudiantes con compromiso, entrega y entusiasmo. “Esta institución es pequeña, pero tiene una gran fortaleza: sus estudiantes”, asegura.
Riesgos y amenazas
No es diferente en Puno. Pedro Torres es docente en la institución educativa primaria Alianza Corazón, ubicada en una zona rural de Azángaro, donde trabaja desde hace 15 años.
Los niños estudian en una escuela con infraestructura deteriorada que data de la década de los ochenta. El colegio necesita con urgencia una remodelación. “Son los mismos padres de familia quienes hacen una ‘chanchita’ para reparar las aulas y las carpetas, que en su mayoría están en mal estado. Con lo poco que tienen, hacen lo posible”, cuenta Torres.
El maestro suele salir del colegio por la noche, tras concluir todas sus labores. Como muchos de sus colegas, debe caminar largos tramos en zonas descampadas y oscuras, lo que lo expone a diversos peligros.
Relata que varios profesores han sido víctimas de asaltos, amenazas e incluso extorsión. “Algunos salimos tarde porque debemos dejar todo listo para el día siguiente, pero como el camino es largo y no hay luz, caminamos con miedo. A veces tratamos de ir en grupo”, dice.
En el colegio no tienen acceso a internet ni a herramientas tecnológicas básicas, a diferencia de otros centros educativos. “Muchos Gobiernos han pasado, pero todos se olvidan de la educación en las zonas rurales”, lamenta.

Muchos docentes de zonas rurales caminan o emplean bicicletas para recorrer largas distancias. Algunos sufren asaltos.
Docente fallece
El deceso de la maestra Mónica Vergara expuso las condiciones en que muchos docentes trabajan. Ella partió del distrito de Sayapulllo hacia el colegio n° 82945, localizado en el caserío de Melgas, en la Libertad.
Sus colegas cuentan que la docente debió caminar 40 km para llegar a su centro de trabajo; sin embargo, por las lluvias, el terreno agreste y la densa neblina se extravió. Cuando la encontraron, aún con vida, intentaron llevarla a la posta de salud que estaba a cinco horas de distancia, pero su delicado estado provocó su fallecimiento.
Dificultades que enfrenta un docente en las zonas rurales
Ángela Figueroa, directora de la carrera de educación secundaria de la Facultad de Educación de la PUCP, menciona que los profesores que enseñan en territorios rurales de alta dispersión enfrentan condiciones precarias que afectan la educación. “En el Perú contamos con 176.119 docentes que brindan servicios educativos a 1.979.059 estudiantes, según el Minedu”.
Indica que el ser docente en una escuela rural es una labor compleja y desafiante por las condiciones laborales, pues enseñan en escuelas limitadas y con carencias. Además, sin implementación ni estrategias de atención educativa, escasos materiales y una deficiente estructura.