Gustavo Adrianzén, premier o piñata, una

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Cuando ponchen a Adrianzén, no se confundan con el acordeón entre sus cejas. No es una mueca de odio hacia quien lo mira feo o lo interroga; no eres tú, es él. Es la marca de su incomodidad de PCM constreñido o estreñido, que firma decretos y resoluciones con las que vaya uno a saber si está de acuerdo y, para colmo, tiene que responder por las cuitas de Dina. Él, que no tiene el rosario de denuncias que la adornan, que no tiene responsabilidad por los muertos y heridos en las protestas; se la tiene que pasar justificando una frívola cirugía estética.

“No se confundan con el acordeón entre sus cejas. No es una mueca de odio hacia quien lo mira feo o lo interroga; no eres tú, es él. Es la marca de su incomodidad de PCM constreñido o estreñido, (…) que se la tiene que pasar justificando una frívola cirugía estética”.

Muchas decisiones políticas pasan por encima suyo, al menos así lo parece cuando responde por ellas sin marcar su cancha. Hasta ha tenido que soportar que se difunda la leyenda urbana de que está pintado en una pared de Palacio y el verdadero premier es su colega de Justicia, Eduardo Arana.

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El miércoles fue crucial para Gustavo. Tenía que hacer algo para conjurar su eventual su censura. Posteó a las 6:51 a.m. un mensaje más retórico que irónico: “Moral a tope!!! Todo Por el Perú!!! Avanzamos!!!”.

Sabía que unas horas más tarde tenían que resolverse dos cosas en la reunión del Gabinete: marearnos con alguna explicación técnica sobre el aumento de sueldo para la presidenta (cualquiera que la conozca sabe que a la doña no le va a nacer rechazarlo) y dar anuncios sobre inseguridad, en especial uno que reclamaba el fujimorismo sobre la devolución del control del orden interno en Pataz a las FFAA. Se salvó de ser él quien explicara lo del sueldo y también se salvó el MEF José Salardi (hubiera sido humillante para ambos) y le pasaron la papa caliente al jefe de Servir, Guillermo Valdivieso. Lo segundo lo anunció el ministro de Defensa, Walter Astudillo.

Si esos dos ajustes no fueran suficientes para conjurar la censura, pues llegó un inesperado salvavidas desde Roma. La entronización del estadounidense peruano Robert Prevost como papa León XIV, cambió el humor de todos, incluyendo el de la política. De refocilarnos en las miserias nacionales, a paladear la gloria urbi et orbe. Aunque podemos presumir que el flamante León XIV no simpatice con el gobierno de Boluarte (vivió en Perú hasta enero del 2023); el gobierno va a abrazarlo a él y a la providencia.

Gustavo vive una ironía, como para que afloje un milímetro el ceño. Por fin es importante y le dan su lugar. ¡Caramba!, es el primerísimo primer ministro con cuatro mociones de interpelación simultáneas. Él mismo se ha jactado de ello como algo digno de mención histórica. Pero esto no sucede porque que despierte pasiones, eh, sino porque le toca ser la piñata, porque llegamos a un nudo de desgaste acelerado de gobierno y comienzo prematuro de campaña. Pero, calma, calma, que el papa es peruano.

Aunque prima el efecto piñata de turno, sí hay algo personal ‘anti Adrianzén’ en las mociones. Molestó mucho que cuando la masacre de Pataz aún no se había conocido pero se tenía noticias del secuestro de los 13 trabajadores, él relativizó el hecho. Estaba mal informado y no podía confirmar lo que conocía; pero tampoco podía minimizarlo (también estaba desinformado cuando mencionó la posibilidad teórica de disolución del Congreso pues ello no es constitucional cuando ya se convocaron las elecciones).

El buen político tiene que anticipar su empatía ante la desgracia desconocida. En el Perú inseguro no te puedes hacer de la vista gorda ante la noticia de un secuestro. Unos días después, la tragedia lo dejó sin palabras y a las bancadas las dejó con ganas de golpearlo aunque sea una piñata aburrida. No se olviden que ya lo interpelaron un mes atrás, el 9 de abril, y leyó las respuestas por cinco horas ante un hemiciclo casi vacío.

Por cierto, Preguntado por la posibilidad de que renuncie antes que esperar una censura, Gustavo dijo: “Si garantizara que dando un paso al costado no va a morir nadie más, lo haría en este instante”. Tiene razón, pues sigue atrapado en su ironía: su paso al costado sería tan ineficaz como quedarse inmóvil en su loseta, en empate con su fantasma, minimizado en la historia bajo la sombra de la sombra que es Dina.

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