Actualmente, el número de jóvenes y adultos que no han culminado la educación básica superando incluso la cantidad de niñas, niños y adolescentes matriculados en colegios públicos (6 millones 758 mil) y triplica la cantidad de alumnos matriculados en colegios privados (2 millones 573 mil), según cifras del portal de Estadística de la Calidad Educativa (Escale) del Minedu.
Newsletter exclusivo para suscriptores

Las diferencias, además, se acentúan según la zona geográfica, el género y el rango de edad. Por ejemplo, el 55% de los jóvenes y adultos que no han terminado el colegio (4,4 millones) son mujeres.
Por otro lado, el atraso es más alto entre los adultos: el 57,4% de las personas que no han completado su educación básica (4,5 millones) tiene entre 30 y 59 años. En tanto, el 31,1% (2,47 millones) son adultos mayores.
El 60% de la población que no ha culminado la educación básica tiene secundaria incompleta, pero el 25% tiene un logro educativo menor al sexto grado de primaria. Un 15% está en situación de analfabetismo. Esta condición tiene sus niveles más altos en población mayor de 40 años, así como en adultos mayores.
La incidencia del problema es mayor en zonas rurales que en ciudades. Mientras el 17,2% de la población urbana presenta atraso escolar, la cifra alcanza el 57,1% en el campo.
Las regiones con mayor atraso educativo son también aquellas con mayor pobreza o ruralidad. Así, Huánuco, Cajamarca, Loreto y Ayacucho figuran entre las 10 regiones más pobres, y también están entre las jurisdicciones con menores logros educativos.
En las dos primeras, por lo menos el 40% de la población mayor de 17 años no ha concluido la educación básica, el doble del promedio nacional, de 20,5% (ver gráfica interactiva).
Además de afectar el desarrollo personal, el atraso educativo reduce la empleabilidad y la competitividad laboral.
“La brecha es preocupante y no está siendo visibilizada. A menor nivel educativo, la probabilidad de trabajar en empleos informales es mayor, lo cual impacta la empleabilidad y la productividad del país”, explica Jessica Güímac, gerente de proyectos en educación de Es Hoy, un movimiento de líderes empresariales que contribuye en proyectos de desarrollo.
Según la especialista, la mayor deserción en zonas rurales se debe, principalmente, a la escasez de colegios con secundaria que cubran la demanda, así como a la priorización de obligaciones laborales y familiares por necesidad.
“A ciertas edades, la educación compite con otras obligaciones que los estudiantes en situación de pobreza se ven obligados a asumir”, señala.
Es Hoy, a través de su programa Educación para Adultos (EPA), busca contribuir al cierre de la brecha educativa de jóvenes y adultos con educación básica incompleta.
Oferta insuficiente
Si la población con rezago educativo es tan amplia, ¿qué ha fallado en el sistema? Actualmente, en el país existen 1.400 Centros de Educación Básica Alternativa (CEBA), según el Ministerio de Educación (Minedu). Este servicio, que es público y gratuito, incluye material escolar, la certificación oficial al culminar la escuela y ofrece horarios flexibles para los estudiantes. El propósito es ofrecer oportunidades para que las personas completen sus estudios primarios y secundarios de forma accesible.
Sin embargo, en los CEBA solo hay 190 mil personas matriculadas, menos del 3% de la población objetivo. Para Güímac, entre los factores que explican la baja demanda figuran el desconocimiento de la existencia de estos centros. De hecho, la capacidad de los centros está siendo usada solo al 30%.
“Muchos adultos no saben que existen los CEBA. Quieren regresar a culminar sus estudios, pero esto compite con otros ámbitos de sus vidas, por lo que hay que brindarles facilidades. Muchos de los docentes hacen hasta lo imposible por sacar adelante a sus estudiantes, pero la política educativa no los favorece. No hay un currículo especial adaptado a los jóvenes y adultos. Este proceso recae en los mismo CEBA y en las UGEL. Algunos centros, incluso, tienen que comprar sus propias laptops para la educación virtual”, añade.
Una nueva oportunidad
Detrás de esas cifras hay trayectorias que quedaron interrumpidas, ya sea por falta de acceso, responsabilidades familiares tempranas o por el ingreso anticipado a la vida laboral.
Una de ellas es la de Manuela Ruiz, de 46 años, quien dejó el colegio en 1994 cuando cursaba cuarto de secundaria. La razón fue el nacimiento de su primera hija. Tres décadas después, Ruiz decidió retomar sus estudios mientras trabajaba como obrera en la empresa agroindustrial Beta, en Lambayeque.
A través de EPA, ella se integró al programa que la contactó con un CEBA dentro de su centro laboral, lo que le permitió estudiar en horarios flexibles y completar los módulos de aprendizaje.
“Salía de casa a las 4 a.m. y regresaba a las 6 de la tarde. Era una responsabilidad más en el día, pero mis hijos me animaban a no abandonar”, recuerda. Tras un año de estudios, culminó la secundaria y hoy supervisa a 20 personas en su área.
“Nunca pensé acabar el colegio. Cuando recibí mi diploma, sentí que estaba cumpliendo un sueño pendiente. Ahora quiero estudiar una carrera técnica en agricultura o gastronomía”, afirma.

Manuela Ruiz, de 46 años, había dejado sus estudios en 1994 cuando cursaba el cuarto de secundaria y los retomó 30 años después mediante el programa EPA. En junio del 2025 se graduó tras culminar el colegio (Foto: Eshoy)
Al igual que Manuela, otros 900 jóvenes y adultos han regresado a las aulas mediante esta iniciativa para culminar su educación básica. Güímac explica que, aunque su alcance todavía es limitado, la coordinación entre el sector público y privado puede una herramienta útil para acercar la educación a los adultos en edad laboral.
“Trabajamos de la mano con el área de la división de educación básica alternativa del Minedu. El programa no reemplaza al Estado, sino que usa un servicio que ya existe y lo acerca a la población trabajadora”, apunta.
A la fecha, unas 70 empresas se han unido a EPA para llevar la oferta educativa de los CEBA a sus trabajadores, familiares o personas de su entorno cercano que lo demanden. Este es el caso de Hermes, empresa especializada en seguridad que, si bien requiere que todos sus trabajadores tengan educación básica, tiene como meta extenderla a su entorno de influencia.
“Cuando nos presentaron el programa, fue una conexión perfecta con lo que queremos lograr: hacer una contribución a la sociedad más allá de la comunidad de nuestros trabajadores. La idea era convertirlos en reclutadores de personas que no han terminado su educación básica para presentarlos [a los CEBA] y hacer que concluyan sus estudios”, explica Mirella Velásquez, CEO de Hermes.
La ejecutiva señala que en el segundo año de participación de la compañía en EPA han conseguido que 30 personas culminen el colegio y tienen como objetivo que el siguiente año sean 100 más.
