“En Chile yo era como si fuera la hija de – El reportero andino

Alguna vez le tocó exponer sus obras de arte en Chile. Llegó a Valparaíso y marinos chilenos asistieron a su exposición. Como ella dice, “se cuadraron” y la invitaron a ir a Talcahuano, a visitar el Huáscar, el monitor que estuvo al mando de su bisabuelo Miguel Grau.  

—Me querían llevar a la televisión porque yo era Grau. Y acá en el Perú nunca me pasó eso. En Chile yo era como si fuera la hija del héroe. Lo aprecian mucho. Fue impresionante —me dice Teresa Grau Malachowski, la bisnieta de nuestro héroe, nieta del último y noveno hijo del Caballero de los Mares.

 

 

Teresa, quien también es nieta del arquitecto y artista Ricardo Malachowski —el polaco que rediseñó Lima—, actualmente exhibe la muestra pictórica Desde arriba, en la Galería Indigo (Av. El Bosque 260, San Isidro), que va hasta el 19 de noviembre. En su reciente obra también está el Perú.

Usted vuelve a exponer luego de diez años. ¿Por qué la ausencia y por qué el retorno?

He estado dedicada a otras cosas. Me fui a Cusco, hice una casa linda, hice mi taller allá. Fue un descanso, digamos. Y eso influyó un montón en mi pintura, porque yo no pintaba como he pintado ahora. Ahora he pintado paisajes peruanos desde arriba, como si yo fuera un dron. Yo pintaba abstracto, cuadros gigantes.  

¿Por qué el cambio?

Es lo que uno siente. Tal vez me ha influido la naturaleza. Cuando viajas en avión ves los caminos, ves los pueblitos, ves el cerro, ves el río que pasa y me fascina, y eso es lo que he pintado.  

Sin embargo, siguen siendo frescos que conservan cierta abstracción.

Sí. Es que desde arriba todo se deforma.  

¿Este acercamiento a la naturaleza no es una forma de reposar, lejos de la intensidad de lo abstracto?

Sí. Ahora me mantengo en paz y tranquila, tengo mi casita en Urubamba. No lo hubiera hecho de más joven, es una necesidad de estar con la tierra. Los años…

 

 

Me dice que a los 35 años ingresó a la universidad. ¿Por qué?

Cuando salí del colegio, mi generación no entraba a la universidad. Te decían “estudia secretariado y cásate”. Me casé jovencita. Tuve tres hijos y después enviudé y después tuve dos hijos más. Pero me faltaba algo y me metí a la universidad a los 35 años, a la Católica, a estudiar con chiquitos de 18 años. Y ya tenía mis cinco hijos. Fue la época más linda de mi vida. Llevaba a mis hijos al colegio, regresaba, volvía, hasta las 8 de la noche. Es que mi primer hijo nació cuando yo tenía 20.

En 15 años tuvo cinco hijos, se casó, enviudó y se volvió casar.  

Mi vida fue superintensa. Me tuve que meter a trabajar porque había enviudado y no tenía nada…

Fue como volver a nacer.

Me sentía chibola (ríe). Mi vida cambió totalmente. Me abrió un mundo. Me sentía superlibre. Y acabé la carrera, que duró seis años.

 

 

Sus nuevas obras, al ser paisajes con la mirada desde arriba, demandan observarlos con especial detenimiento. ¿Es una forma de decirnos “alto, mira las imágenes, mira el mundo”?

Estás en lo correcto. No estamos mirando la naturaleza. No apreciamos todo lo que tenemos. El Perú es mágico, es maravilloso. El Perú está lleno de color, de movimiento, de vida, de gente linda.  

¿Qué imagen de infancia o adolescencia despertó en usted la observación?

Se me han grabado paisajes peruanos desde que me invitaban a salir a la sierra del Perú. Creo que tenía 10 años, 12 años y mis papás me dejaron ir. Me impactaron los paisajes de Cajamarca, me impactó el verde, me pareció algo alucinante. Y cuando me graduaba del colegio, toda la promoción hizo un viaje a México, pero cinco amigas se fueron a Cusco y me fui con ellas. Me impactó Cusco, me impactaron los telares. Me impacta mucho la naturaleza. Y ahora que recuerdo, en el colegio lo que más me gustaba era hacer mapas, dibujar el Perú.  

¿Y el abuelo Malachowski ejerció alguna influencia?

Llegó al Perú y se impactó con la precariedad y belleza de Lima. En mi taller en las paredes están los dibujos que hizo. Pero yo era niña cuando él estaba con nosotros.

 

 

¿La presencia de Miguel Grau qué influencia ejerció en usted?

Me daba temor, porque nunca se va a llegar siquiera a estar a la altura de lo que hizo.

¿Su figura estuvo presente o pasó inadvertido?

No estaba presente (baja la voz, como si se apagara). Pero ahora, cada vez tengo más orgullo, voy a todos los eventos de Grau. Antes no.  

¿Y por qué?  

Porque creo que en mi familia son bien humildes o no quieren ostentar el apellido. Pero ahora mi hermano Miguel ha creado una institución que se llama Somos Grau, y es para resaltar los valores… Creo que hay una nobleza en la familia Grau.

Una nobleza que quizás viene de Miguel Grau.

Sí, de la familia. Una nobleza que no se ve así nomás.

¿En qué etapa está, Teresa?

Feliz, hago lo que quiero. Acabo de cumplir 80 años y quiero celebrarlo con toda la locura del mundo.  

¿Qué celebrar?

La vida, la alegría, la libertad, el amor de los hijos, la familia, todo.

 

 

 

Autoficha:

-“Nací en Lima, el 31 de octubre. Soy bruja buena e intuitiva (risas). Y he celebrado mi santo muchas veces en sitios de jarana criolla. Acabé el colegio con monjas y me metí a la Católica pese a que yo no tenía valor oficial, era como si no hubiera estudiado el colegio”.

-“Cuando murió mi esposo, heredé su agencia de aduanas. Pero para que yo pudiera tener esa agencia, debía tener valor oficial; y viuda, de negro, tuve que dar todos los exámenes de los cinco años de colegio para tener la agencia. Fue horroroso. Aprobé todo a los 23 años”. 

-“Tener valor oficial me permitió ingresar a la Católica a estudiar Arte. Quiero seguir pintando, con vida, con fuerza, con salud. He sido empresaria y he construido edificios, hice dos condominios en Cusco. Entonces, ahora no quiero hacer nada, que es dedicarme a hacer lo que siempre he querido: pintar”.

 

 

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