No hay peruano que no tenga una imagen propia de lo que pasó el 22 de abril de 1997. Ese día, un comando militar, compuesto por 140 oficiales altamente entrenados, ingresó a la Embajada de Japón para rescatar a los 72 rehenes que tenía en su poder el MRTA desde el 17 de diciembre de 1996. Murieron un rehén, dos militares y los 14 integrantes del MRTA. La operación se llamó ‘Chavín de Huántar’, la cual fue calificada en el mundo entero de exitosa y espectacular.
Desde ese momento se empezó a especular que algún día, ya sea desde Perú o no necesariamente desde Perú, se llevaría al cine. Esta historia tenía todos los componentes para romperla (crisis política, discursos ideológicos encontrados, prensa amenazada por el gobierno dictatorial que en ese año de 1997 ya empezaba a chocolatear opciones para perpetuarse en el poder un lustro más y una población extrañada porque se le había asegurado, desde 1992, de que los grupos terroristas Sendero Luminoso y el MRTA habían sido derrotados). 28 años después, en 2025, se estrena la película ‘Chavín de Huántar: el rescate del siglo’ de Diego de León.
Un antecedente
Se deduce que esta no es la única película basada en exitosos rescates militares. El 28 de junio de 1976, un avión de Air France con 248 pasajeros (106 de Israel) fue secuestrado por terroristas del Frente Popular para la liberación de Palestina y terroristas alemanes de la Fracción del Ejército Rojo (sobre esta banda, buscar Der Baader Meinhof Komplex (2008) de Ulrich Edel). Ese avión provenía de Tel Aviv y su destino era París, pero fue desviado al aeropuerto de Entebbe de Uganda. En esa época, el dictador Idi Amin dirigía los destinos del país africano.
El Mossad preparó el rescate y fue así: la noche del 3 de julio, cerca de 100 comandos se dirigieron, en cuatro aviones, a Uganda. En uno de los aviones, iba una limusina que era la copia exacta de la que usaba Idi Amin. Esa limusina confundió, en un primer momento, a los soldados ugandeses. Se desató el enfrentamiento. El desenlace: 102 rehenes israelíes rescatados. Todos los secuestradores (7) murieron y también 45 soldados ugandeses. De los comandos: cinco heridos y uno caído en combate (Yonatan Netanyahu, hermano mayor del actual primer ministro de Israel). Esta operación duró 53 minutos y fue aplaudida en todo el mundo.
De esta operación, tenemos cuatro películas directas, dos más que incluyen a la operación como subtrama y una serie. La primera producción es de 1976 y la última de 2018. De esa historia, se han explotado todos los ángulos y versiones posibles.
¿Qué pasa con Chavín de Huántar: el rescate del siglo?
La película de Diego de León cuenta con las actuaciones de Rodrigo Sánchez Patiño (coronel Juan Valer) y André Silva (mayor Rivera), por citar a los actores más conocidos por el público; y conduce la narración de la historia bajo el modo de la previa al rescate y la relación de los protagonistas (los héroes) con sus familias. El contexto de época, según el director, nos revela la lucha entre buenos y malos. Y ese es el problema de ‘Chavín de Huántar’, los buenos y los malos están muy diferenciados, a ello sumemos una representación lejana de la verosimilitud de los terroristas del MRTA.
Es una película delivery. Pones esto, esto no. En la vida real, la mayoría de los secuestradores eran jóvenes cuya experiencia en enfrentamientos era nula en comparación con los comandos peruanos. En esa vida real, siempre generó duda la muerte del magistrado Carlos Giusti, quien en esos meses era muy crítico con Fujimori. En esa misma vida real, no solo La República dio cuenta de la existencia del túnel. Además, vimos a madres que lloraban a sus hijos que fueron captados de pequeños por los adláteres del terrorista Néstor Cerpa Cartolini. Hay ahí un drama humano que no se aprovechó. ¿Existieron Fujimori y Montesinos?
A ‘Chavín de Huántar’ le faltan pliegues. Es una película de entretenimiento, pero sin sustancia. Y también le faltan grandes preguntas, como por qué es que existió en un país como Perú el MRTA. No hubo un trabajo de investigación como para señalar que el proyecto se “basa en hechos reales”. En este último aspecto, la promoción de la película miente, porque son hechos acomodados de acuerdo con una ideología, en este caso con la agenda de la derecha que, en lugar de abrir la memoria por medio de la discusión, se dedica a intentar borrarla con proyectos que no se defienden con calidad, ni con inteligencia. Una gran historia desperdiciada. Hubiésemos estado ante una película poliédrica, con ritmo y que plantea preguntas. De eso va igualmente el cine de entretenimiento.
