Tras musicalizar la ceremonia de los Premios SUMMUM 2025 con su música, el compositor habla del pasado y del futuro del Perú, su tierra elegida.
Se ha reinventado varias veces. ¿En qué nueva reencarnación está?
Me pasó una cosa hace unos años. Yo tenía amistad, por mis padres, con un músico peruano. Era Celso Garrido Lecca, uno de los grandes de todos los tiempos. Me lo encontré en la calle una vez. Tenía más de 80, pero estaba bien y tenía una novia jovencita. Y me dice “ya no tengo energía, entonces soy muy selectivo porque me llaman de todos lados, pero me guardo la energía para las cosas que realmente me interesan”. Entonces yo, aunque tengo solo 73 años, me faltarían diez años más, pero me pasa un poco lo que acabo de explicarte con Celso. Yo veo que ya no tengo tiempo. Con dos cánceres encima, hacer planes y tener muchos proyectos no es realista. Hay muchas cosas que simplemente no estoy dispuesto a hacer, porque no hay tiempo.
Irónicamente, el mejor rockero peruano es español.
Para empezar, yo siempre me vi como peruano. El 6 de octubre cumplí 64 años en Perú. Yo llegué con 9 años. Así que calcula tú la cantidad de tiempos que he pasado acá. Como María Reiche, la mujer de Nasca. Es lo que me ha tocado. No es algo que me propuse, sino que se dio así.
Siendo extranjero, fusionó más ritmos peruanos que nadie. ¿La diversidad que nos impide ponernos de acuerdo es una fortaleza?
La diversidad es real. La diversidad existe y es algo natural porque somos parte de este planeta. Un paisajista me dijo “mira, si hay un pedazo de tierra con una gran variedad de plantas diferentes, ese espacio tiene un equilibrio ecológico completo”. Y eso es por la diversidad, por la cantidad de seres vivos que hay. Si haces un monocultivo o lo usas como símbolo de estatus, como los jardines de los palacios europeos, eso no tiene ningún tipo de diversidad. Y no va con el equilibrio del planeta. Tenemos que quitarnos la idea de la época de Newton y de Descartes, eso de que el hombre es el pináculo de la creación y que tiene que extraer todo de la naturaleza, porque la naturaleza está a sus órdenes. No, no, no.
¿Cómo llegó al rock, que hoy no está muy de moda?
Definitivamente, el rock no está de moda, como fue a fines de los 70. En Netflix hay unos videos interesantes sobre cómo el rock se volvió la tendencia mundial. Y a mí me pasó eso. Yo dejé de escuchar rock en el 72, cuando descubrí que lo que me gustaba del rock era el blues, la música de los negros americanos afrodescendientes. Me dediqué a escuchar blues. Pude ver en vivo a Muddy Waters y a Albert King, mis favoritos. Luego, en 1981, me llevaron a ver a Devo, que era new wave. Porque punk nunca escuché. Nunca estuve en ese movimiento. Y luego de Devo, ya volví a tocar rock a los 30. Yo no era músico en el colegio, me hice músico a los 21. Hay una diferencia.
¿Qué hacía antes de decidir ser músico profesional?
Ya había tenido dos intentos con la arquitectura y la ingeniería en España. Dejé todo. Me empezó a interesar la espiritualidad de Asia, de la India, por los Beatles. Quería irme a la India tirando dedo. Y es que en el colegio yo quería ser cura. La espiritualidad siempre la tuve naturalmente.
¿Cómo llegó a experimentar con la música andina?
Yo entré a la música andina justamente por la espiritualidad andina. En el 90 fui al Señor del Qoyllority. Y en el grupo había un sacerdote andino que nos leía las hojas de coca. Me hice amigo suyo y me invitó a su comunidad. Luego descubrí a conjuntos de bandurrias de Santa Bárbara. Y a Rosita del Cusco, que tenía el formato con armónica o rondín como le llaman, mandolina y harpa. Y ese era el formato de Saturnino Pulla del conjunto Condemayta, que es uno de mis héroes vivos de cultura y música peruana. Así fue que yo entré: por la religiosidad.
En 2026 son 40 años de su primer disco. Siempre tuvo una mirada política. Sobre todo en esos primeros discos.
Cuando hice mi primer disco me di cuenta de que tenía un fuerte contenido de ideas políticas. Justo coincidió con que conocí a Charly García y a Andrés Calamaro, con quienes grabé. Tenía 33 años y de repente estaba grabando con los artistas más importantes de Sudamérica. Fue una maravilla. Ahí entendí que si hacía política me iba a poner muchas limitaciones. Entonces en el segundo disco seguí hablando de política, pero menos. Pero hay un tema llamado “Primavera especial”, medio dark. Primavera especial, la ciudad se viste de verde, llegó en pleno verano y no se quiere marchar… Era sobre el toque de queda que impuso Alan García. Entonces es un tema camuflado que habla de eso.
¿Cómo ve la política y la criminalidad de hoy? Conoció la de los 80.
Es impresentable la política hoy en día en Perú. Todos son unos caraduras, se suben los sueldos y siempre están de viaje. No tengo ninguna esperanza política. No simpatizo ni con la derecha ni con la izquierda. El panorama se ve muy sombrío. Que la ley peruana permita que haya tantísimos partidos es ridículo. Es una pérdida de tiempo y de eficiencia de la plata. A la gente se le manipula con muchísima facilidad. Sale alguien con un bonito discurso y ya. Y la gente está tan necesitada que se le haga caso. La minería ilegal, la cantidad de violencia… ¿Quién ganará en 2026? Hay mucho en juego. No veo a ningún líder que nos saque del hoyo. Lo que sí es que es un caos generalizado. El Perú es tierra de nadie. Aquí no hay orden. Con el tráfico nomás te das cuenta. Así es como funciona casi todo: no hay orden.
AUTOFICHA
“El rock ahora no es tendencia. Ahora es el reggaeton, que está emparentado con el dancehall, que a su vez es una variante del reggae. El dancehall era como la chicha acá, que era la música de los migrantes. De ahí viene el reggaeton. Y luego viene el dembow, más lento y melódico”.
“En 2011 descubrí la música de los tuareg, una etnia del desierto del Sahara. Viajan en camello, pero tocan guitarra eléctrica. Y hace poco con Niko Saba, peruano de origen palestino, grabamos un tema con la influencia de esta música. Lo publicamos este año”.
“Ahora escucho música de África, Níger y Marruecos. África es interminable, es una maravilla. El arte es eterno. Conozco la IA, pero aún no la uso para componer, porque eso me genera muchísimas hormonas de felicidad. Me quitaría la diversión. Más que tocar en vivo o que me aplaudan. Ahí soy feliz”.
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