¿Cuál es su impresión de las protestas de los jóvenes? ¿Es un proceso nuevo o es la continuación de protestas pasadas?
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Creo que es un momento nuevo. La ley de reforma, que tenía que ver con las pensiones, con las AFP, ha sido la chispa que ha activado a un sector que hace por lo menos un par de años no se movilizaba mucho en contra del gobierno y del Congreso, en Lima concretamente. La primera novedad para mí es esa, que estas son protestas protagonizadas casi enteramente por la juventud. Hay gente de distintas edades, también hay millennials o gente un poco mayor, pero el grueso de los manifestantes son jóvenes. Es una novedad porque no ocurría en Lima desde el 2023 cuando se dio el estallido de protestas y en Lima también hubo una movilización aunque no fue masiva como en el sur. Desde entonces había más bien un desgano, un cierto silencio, una sensación de que poco pueden hacer las protestas frente a un régimen que se estaba autocratizando y no respondía a la ciudadanía más que con violencia.
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¿Cree que esto surgió de pronto, porque a esta generación se le creía pasiva, hasta tímida, y de pronto vemos que toman el liderazgo de las protestas?
Los jóvenes de la generación Z o centennials son chicos que están entre los 13 y los 28 años. Muchos son jóvenes que hace 5 años participaron en las marchas en contra de la vacancia de Vizcarra y sobre todo en contra de la toma de poder de Merino. Pero muchos otros de los que están participando lo están haciendo por primera vez, sobre todo los que tienen 18 y 19 años. Yo sí veo una cierta organización en ellos. Pienso que eso lo da el bloque universitario, que ha estado muy activo desde hace 5 años, por lo menos, durante este ciclo de la vacancia de Vizcarra, estallido y múltiples protestas… Pero la novedad es la de los jóvenes menores, que probablemente nunca antes habían salido a una marcha. En realidad, yo pensaba que en la marcha del 13 iba a estar los de siempre, pero ha habido una masa de jóvenes, que eran otro tipo de actores. Y creo que ha sido espontáneo, a través de las redes.
¿El detonante solo fue lo de las AFP o hay una reacción frente a las acciones de Boluarte, de sus ministros, de los congresistas, que colmó la paciencia de los jóvenes?
Hay una acumulación de malestar. Desde diciembre del 2022, que asume Boluarte, se ha ido acumulando un malestar que tiene que ver con la impunidad por las masacres en las protestas, la corrupción, la destrucción de la capacidad estatal en muchas áreas que antes eran importantes y ahora son un desastre y, claro, la inseguridad, que ha ido creciendo no solamente por desidia del Estado, sino por una colusión que parece bastante clara entre varios actores políticos e informales, en muchos casos también, criminales. Claro que el tema de las AFP fue singular porque era una afectación económica directa, eso le añadía una carga muy directa, de costo económico, a los jóvenes. A mí me hizo recordar la chispa que encendió las marchas por la Ley Pulpín, entre diciembre del 2014 y enero del 2015. Una chispa que recuerda un malestar que va mucho más allá de las AFP, y que tiene que ver con la absoluta impunidad de la corrupción y la violencia de la coalición que ha gobernado desde el 2022.
¿Le ve futuro, continuidad, a las acciones de este conjunto de jóvenes?
Va a depender mucho si tienen objetivos muy concretos. Recordemos que las dos únicas veces que la protesta ha hecho retroceder a la coalición autoritaria que nos gobierna ha sido en marzo de este año, cuando una movilización de un bloque de artistas tan populares, como los del Grupo 5, hizo que el Congreso, en contra de sus intereses y voluntad, censure a Santiváñez. Eso no lo tenían en el plan, pero lo hicieron por temor a que la movilización crezca… Y ahora fue el tema de las AFP, en donde retrocedieron muy rápido porque se dieron cuenta que quienes estaban protestando no eran los de siempre, sino un bloque juvenil mucho más amplio, potencialmente muy grande, ¿no? Y, ahora, las demandas son más amplias, muchos jóvenes cantan y claman por la caída del gobierno y el Congreso.
Eso sí será muy difícil de lograr: la caída de la coalición.
Es una demanda mucho más difícil de lograr y frente a la cual el Gobierno y el Congreso van a aliarse, como siempre lo han hecho en estos tres años, para reprimir y evitar que la marcha siga creciendo. La única forma de que ese tipo de demandas tenga éxito sería que salga una masa muy grande, como la que terminó empujando la salida de Merino, que fue una marcha inmensa en Lima. Que eso llegue a ocurrir va a depender mucho de los liderazgos, de los jóvenes, de las convocatorias, pero también de la provocación del gobierno… Hay un nivel de hartazgo, que puede generar una manifestación, una masa, más amplia.
El hartazgo ya está.
Pero, aun así, si la demanda implica tratar de que el gobierno caiga tendría que haber una movilización mucho más grande y mi impresión es que ese escenario es menos probable. Creo que lo que sí puede ocurrir es que haya movilizaciones cada vez más grandes que vayan erosionando la coalición autoritaria. Es decir, dividiendo más al Parlamento y a Boluarte, y que entre ellos empiecen a echarse la culpa por todo lo que anda mal, y eso termine preparando un escenario más fragmentado de la coalición de gobierno para el 2026.
¿Hay muchos partidos que ya han perdido el voto joven?
Pero han perdido el voto de todos, no solamente el voto joven. Hay un malestar con todos los actores políticos, algo que ya viene del ciclo electoral pasado. El 2021 los dos partidos que pasan segunda vuelta lo hacen con porcentajes mínimos. Keiko Fujimori pasa con 13%, Pedro Castillo pasa con 18.9%. Hasta donde recuerdo, nunca antes en una elección había ocurrido eso, que los que pasen la segunda vuelta lo hagan con tanto desánimo. Si uno sumaba los viciados, los nulos, de la primera vuelta, claramente era una ciudadanía que no encontraba en su sistema de partidos nada que la represente. Hoy es así, la gran mayoría no se siente identificada con los partidos, lo cual además se muestra en encuestas de nivel regional. El Perú es el país que menos valora sus partidos en toda América Latina, que más disconforme está con la representación política.
Entonces, no es solo un tema de jóvenes.
No es solo un tema de jóvenes… pero en los jóvenes es más grave. Mira, normalmente cuando un gobierno era corrupto o cuando violaba derechos humanos, algún tipo de sanción había en la época post dictadura, post Fujimori. En cambio, lo excepcional de este período es que hay un gobierno que ha violado derechos humanos, brutalmente corrupto, y está absolutamente impune en ambos campos. Esa impunidad es más propia de contextos autoritarios que de contextos democráticos y genera un malestar muy grande que nos prepara o para elegir outsiders populistas o para abandonar el proceso. Y lo que más temo es que llegue el 2026 y un gran sector de la ciudadanía no reconozca el proceso electoral, que acusen un fraude, no importa quién gane o no importa quién pase a segunda vuelta. Sería la sensación de que ya no se confía ni siquiera en las instituciones electorales. Esa circunstancia sería el colapso final de los pocos elementos que quedan de democracia.
Eso sí sería lamentable.
Así es… Ahora, si bien creo que una posible caída del gobierno implicaría una movilización masiva, que en este momento considero improbable, toda la literatura de los movimientos sociales nos dice que los estallidos sociales son impredecibles. Depende no solo de lo que hagan los jóvenes organizados, sino de los errores que cometan quienes están en el gobierno, que pueden terminar activando una indignación más grande… Por cierto, hay otra novedad de estos jóvenes, además de la movilización: y es que se nota que tienen esperanza. Una sensación de que realmente las cosas pueden cambiar, de que sí se puede, y es algo que incluso han coreado, en las movilizaciones. Hay un tema de resistencia y esperanza, genuinamente novedoso.
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“Si la represión se desborda probablemente se nota en el proceso electoral”
La reacción del gobierno en la práctica, no en el discurso, ha sido violenta ¿qué efectos tendrá eso?
En primer lugar, pienso que las marchas del último fin de semana demuestran que la represión y, algunas acciones contenciosas o violentas en la marcha, no han disuadido a más jóvenes de integrarse a las protestas. El 27 y el domingo 28 hasta muy tarde, hemos visto a más jóvenes, permanecer en el ánimo contencioso, de resistencia, de no rendirse ante la policía, de avanzar cada vez más, y también de algunas prácticas violentas como lanzar una molotov, pirotécnicos por momentos y confrontación dura con la policía, pero en general es una juventud que no está dispuesta a dar marcha atrás, y que jala a más jóvenes a participar… En segundo lugar, hemos visto una policía más represiva que antes, en el sentido de la confrontación, la detención, la aparición más clara de ternas que, sin uniforme y sin identificación, detienen, se llevan a los jóvenes, los amedrentan. Represión no solo contra los más contenciosos, sino contra todos, incluidos periodistas.
Eso fue muy notorio.
Sí, un fotoperiodista con experiencia me decía que no ocurría algo así desde la transición hasta el 2020, hasta la época de Merino. Eso nos muestra que la policía que hemos tenido después de la transición a la democracia no se integró a valores democráticos, sino que estaba como con una cadena y apenas le han soltado esa cadena, se comporta como una policía digna de un régimen autoritario.
Ideal para este régimen.
Sí, y no tiene resquemor en tirarle un varazo en la cara a un anciano. Esa violencia contra el señor Santos no fue excepcional, es la que usa la policía en estas marchas. Bueno, los jóvenes, sabiamente, llaman a Santos el ‘abuelito Z’, integrándolo, y reactivando la idea de que no solo marcha la generación Z, hay millennials, generación X, gente mayor.
Con la detención y prisión preventiva de Samuel Rodríguez meten miedo.
Esa es la idea, amedrentar. Fue la lógica desde las protestas de 2023. Sacar 5.000 policías, algo desproporcional. Hay que recordar la marcha de agentes tipo Stormtroopers frente al Palacio de Justicia en enero, un mensaje simbólico contra las marchas. Pero están consiguiendo el efecto inverso. Hay una indignación que moviliza, no una desesperanza que paraliza.
Y vienen más protestas.
Ahí está mi tercer punto, si bien la represión se ha incrementado, el contexto en el que estamos, a puertas de un proceso electoral, y el crecimiento de la protesta, hace que quizás la coalición de gobierno no tenga tan clara la posibilidad de reprimir como el 2023. Si la represión se desborda probablemente se note con más fuerza en el proceso electoral. O podría aumentar y llegar a ser una protesta limeña contundente como en noviembre del 2020, contra Merino.
Están calculando.
Calculan, sí. Saben que es un régimen que ya no pueden llamar democrático, es un proceso por lo menos híbrido, de autocratización. Creo que no podría haber represión ilimitada porque el proceso electoral está cerca, hay un contexto distinto. Los jóvenes podrían incrementar las protestas porque hay la sensación de que no te van a reprimir como en 2023. Es momento de seguir avanzando. Pero eso va a depender de los liderazgos, de la convocatoria, de que no haya más violencia en las protestas para convocar a más gente que se sume, porque solo una movilización realmente masiva podría poner al gobierno contra las cuerdas.