La mañana del 15 de junio de 2023, la ciudad del Cusco despertó con la noticia que nadie quería oír: partes de un cuerpo humano aparecían en diferentes puntos de la ciudad, incluso muy cerca de la fortaleza de Sacsayhuamán. La alerta inicial la dio personal de limpieza urbana: una pierna dentro de una bolsa de polietileno, abandonada entre la basura en la urbanización Progreso. Lo que siguió fue una pesadilla de video, confesiones y pericias.
La víctima fue identificada como Víctor Manuel Sucno Monterola, un muchacho de 17 años con sueños claros: ser ingeniero de minas. En septiembre del año anterior había conocido, vía Facebook, a un hombre mayor; la relación evolucionó hasta la confianza. Así recordó el caso el programa Estás en todas, en su segmento Crimen y castigo.

Un joven de 28 años asesinó y descuartizó a su propio amigo de 17 años.
El 14 de junio, Víctor salió de casa diciendo que iba al cine con Diego. Fue la última vez que su familia lo vio con vida. Horas después, las cámaras revelaron un itinerario sombrío.
Las imágenes de video —a las 22:33 del 14 de junio y en la madrugada del 15— muestran a un hombre que camina con bolsas en la mano y las arroja en berma central, montículos de basura y otros puntos de la ciudad. En los registros se aprecia cómo regresa varias veces a su casa y vuelve a salir, siempre con paquetes; en una ocasión mete las bolsas dentro de un saco de basura en apenas dos minutos, como si supiera exactamente qué hacer para que nadie sospeche.
Los investigadores de la Divincri Cusco y la Fiscalía no tardaron en identificar al hombre captado en las cámaras: Diego Enzo La Torre Mellado, de 28 años, chef que estudió gastronomía en Lima y que administraba el restaurante de su padre. Tras los allanamientos en inmuebles de su familia y pruebas forenses positivas, el detenido terminó confesando: relató haber encontrado a Víctor muerto en su cama y, según dijo, haberlo descuartizado tras buscar en internet “cómo deshacerse de un cuerpo”.
LA RUTA DEL HORROR
Las grabaciones y el seguimiento vehicular reconstruyen el relato más frío: la camioneta del padre de Diego sirvió para trasladar restos hacia lugares alejados —Sacsayhuamán, Oamán, Huancaro— donde se arrojaron bolsas que luego serían halladas por transeúntes y barrenderos. En otra secuencia, el sospechoso aparece depositando paquetes junto a la vía y observando su celular, como controlando tiempos y rutas.
La pericia criminológica y las pruebas de luminol comenzaron a cerrar el círculo: manchas hemáticas en tres viviendas vinculadas al investigado y en una camioneta. Incluso se detectó que se había cambiado el laminado del piso en la habitación del imputado, un intento evidente por borrar rastros. Se incautaron cuchillos y herramientas cortantes que, según la Fiscalía, habrían sido usadas para seccionar el cuerpo del adolescente.
Los resultados preliminares del laboratorio fueron aun más duros: Medicina Legal determinó que el descuartizamiento fue pre mortem, es decir, que la víctima estaba viva cuando se le cometió la última atrocidad. Además, se ha señalado que Víctor presentaba un alto grado de intoxicación etílica, y la hipótesis fiscal contempla que podría habérsele administrado un fármaco potente; las confirmaciones toxicológicas están todavía pendientes.
La pericia psicológica sobre el detenido describió rasgos preocupantes: personalidad con matices histriónicos y antisociales, actitud evasiva y defensiva, y problemas de inmadurez en el plano psicosexual. Por ello, los expertos recomendaron una evaluación psiquiátrica forense más profunda para determinar su estado mental y su grado de responsabilidad en el hecho.

Los restos del adolescente fueron hallados en varias partes de la ciudad de Cusco.
EL CASO NO TERMINA
Mientras la familia de la víctima vive un duelo desgarrador —“me voy a quedar sin corazón”, dijo una madre entre sollozos— la Fiscalía extendió la investigación. Inicialmente se dictó prisión preventiva por nueve meses; luego, y conforme a la acumulación de diligencias, se prorrogó la investigación otros ocho meses para completar pericias, recibir testimonios periciales y esclarecer si el crimen fue cometido en solitario o con cómplices.
Los fiscales trabajan contra reloj: todavía faltan por encontrar partes del cuerpo —la pelvis y algunas extremidades no aparecieron— y se aguardan declaraciones de peritos solicitados por la defensa y la acusación. La tipificación del delito podría ampliarse conforme avance la recolección de pruebas y el resultado de los exámenes toxicológicos y forenses.
La certeza, de lo que no caben dudas, es que las cámaras municipales y privadas fueron decisivas en la reconstrucción. Del recorrido de las bolsas a la camioneta y del allanamiento a la confesión: todo encaja en un rompecabezas que, sin embargo, deja preguntas dolorosas para la sociedad cusqueña: ¿cómo un vínculo forjado por redes terminó en una brutal saña? ¿qué responsabiliza al entorno y a la comunidad?
En el juzgado, la causa sigue su curso; la instrucción procura cerrar lagunas, dar respuesta a los padres de Víctor y garantizar que la investigación cumpla con todos los pasos técnicos exigidos. Para Cusco, este crimen no es solo un caso judicial: es una herida pública que reclama respuestas y prevención para que tragedias como esta no vuelvan a repetirse.