El Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) reportó que en agosto el Índice de Precios al Consumidor (IPC) de Lima Metropolitana cayó -0,29%, tras haber avanzado 0,23% en julio. En lo que va del año la inflación en la capital acumula 1,24%, mientras que la anual, entre septiembre de 2024 y agosto de 2025, se ubicó en 1,11%, dentro del rango meta del Banco Central de Reserva (1% a 3%).
A nivel nacional, la inflación mensual fue de -0,20% en agosto y la anual alcanzó 1,67%, según el INEI, lo que marca una ligera diferencia respecto de Lima Metropolitana (1,11%), aunque en ambos casos dentro del rango meta.
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En Lima Metropolitana, la variación negativa respondió a menores precios de electricidad (-3,5%), gas natural (-3,2%), combustibles y alimentos como el jurel (-28,4%) y el culantro (-31,0%). Al mismo tiempo, algunos productos subieron, entre ellos el limón (+33,9%) y el pollo eviscerado (+1,8%).
Para Stephani Maita, economista senior del Instituto Peruano de Economía (IPE), este resultado es una corrección transitoria y estacional que mantiene la inflación dentro del rango meta. “Pesaron los alimentos a la baja (pescados y mariscos), las menores tarifas de electricidad (ajuste regulatorio), el gas residencial (precios internacionales a la baja), los combustibles y los pasajes interprovinciales tras las Fiestas Patrias. La inflación sin alimentos y energía se mantiene estable, alrededor de 1,7%. Converge a un sendero de baja y acotada volatilidad”, dijo.

La caída en los precios de pescados como el jurel incidió en la reducción del IPC de Lima en agosto.
Maita añadió que los rubros más volátiles respondieron a choques puntuales. “En alimentos, la estacionalidad, el clima y el abastecimiento explican el alza de limón y pollo, y la caída de pescados; en gas, la mayor disponibilidad y precios externos más bajos; y en electricidad, un ajuste regulatorio. En conjunto, son variaciones transitorias más que presiones de costos generalizadas, con la subyacente estable en torno a 1,7%”, explicó.
Por su parte, Hugo Perea, economista jefe del BBVA Research, subrayó que el resultado sorprendió al consenso. “A nosotros también [nos sorprendió], por una confluencia de factores estacionales, tipo de cambio, ajuste de tarifas y normalización de precios de alimentos y transporte. No es el inicio de una tendencia deflacionaria, sino un episodio transitorio. De hecho, si se excluyen los componentes más volátiles, la inflación subyacente subió de 1,7% a 1,8%”, señaló.

De cara a los próximos meses, Maita proyectó que la inflación anual cerraría alrededor del 2%, en línea con las expectativas del mercado y del BCR. “Los precios de energéticos estables o a la baja, la normalización de alimentos y un tipo de cambio estable, serán factores clave. Hoy las expectativas a 12 meses están en 2,2%”, agregó.
Perea coincidió en que el sesgo es a la baja, pero advirtió un rebote inmediato. “En septiembre la inflación más bien se acelerará algo por un efecto base negativo [del 2024], lo que la llevaría de 1,1% hacia 1,4% o 1,5%. Aun así, seguimos en un entorno sin presiones inflacionarias, con expectativas ancladas y un pronóstico de cierre cercano a 2,2%, que podría ser algo menor tras el dato de agosto”, dijo.

La mayor producción de cobre, zinc y molibdeno impulsó a la minería, que creció 1,10% en julio.
En cuanto a los riesgos, Maita advirtió que al alza destacan el rebrote de fenómenos climáticos que afecten la oferta de alimentos o pesca, choques de petróleo, depreciación cambiaria y conflictos sociales que interrumpan suministros, especialmente en minería. En tanto, a la baja, una mayor caída de tarifas energéticas y una normalización más rápida de la oferta de alimentos. En el frente externo, un deterioro global con restricciones comerciales o volatilidad financiera podrían impactar precios y actividad.
Perea agregó que factores externos como la evolución del precio de los combustibles, las tensiones comerciales internacionales y el contexto preelectoral local deben ser monitoreados. “No vemos un entorno de presiones inflacionarias, pero sí riesgos que pueden alterar las expectativas”, afirmó.
El informe del INEI también dio cuenta de que en julio la producción nacional creció 0,73% respecto al mismo mes del año anterior. El impulso provino de la pesca (+34,85%), por mayor captura de anchoveta; de electricidad, gas y agua (+6,49%); y de la minería e hidrocarburos (+1,10%), gracias a más producción de cobre, zinc y molibdeno. En contraste, se registraron caídas en construcción (-6,02%) y en financiero y seguros (-5,78%).
Sobre este punto, Maita destacó que, si ese impulso se sostiene, el mayor aporte vendrá de minería e hidrocarburos por su tamaño (14% del PBI), mientras que pesca —aunque muy dinámica— aporta menos por su menor ponderación (0,7%). Una buena segunda temporada pesquera sumaría positivamente al tercer trimestre.
Perea complementó que la economía peruana está en un proceso de convergencia hacia su nivel de crecimiento sostenible. “Tras tasas cercanas al 4% en trimestres previos por efecto rebote, el PBI se encamina a un rango de 2,5% a 3%. Para 2025 mantenemos una previsión de crecimiento de 3,1%, aunque el segundo semestre será más retador por tensiones comerciales y el contexto preelectoral”, puntualizó.