El distrito Santa Rosa de Loreto, provincia de Mariscal Ramón Castilla, se ubica en el último rincón del país, frente a las orillas del río Amazonas, en la triple frontera entre Perú, Colombia y Brasil. Incluye la isla Chinería y su corazón es el pueblo Santa Rosa, antes llamado isla Santa Rosa de Yavarí. Tiene casi 3 mil patriotas que tomaron una decisión difícil: amar en el olvido, a la distancia y sin recibir casi nada a cambio del Estado.
Sus vecinos en Leticia (Colombia) y Tabatinga (Brasil) tienen aeropuerto, servicios de salud, educación y transporte. En cambio, en Santa Rosa no hay infraestructura, puerto ni terminal aéreo. Solo se puede llegar por río. Su única conexión al Perú es el Amazonas, a través de puentes angostos y frágiles construidos por los propios transportistas fluviales.
La referencia de modernidad más cercana es Iquitos, el distrito representativo de la provincia de Maynas, en la región Loreto. Desde allí se navega casi 15 horas y el pasaje cuesta entre 100 y 120 soles en rápido o ferry, dos tipos de embarcaciones.
Balsistas que conectan tres países
En Santa Rosa, para sobrevivir, la mayoría usa los servicios públicos de las vecinas Tabatinga o Leticia. Además, la economía local depende básicamente del comercio ribereño, la pesca y el intercambio fluvial con dichas ciudades.
En cinco minutos cruzan de país en botes. El boleto vale 10 soles peruanos, 10 mil pesos colombianos o 10 reales brasileños. Desde las seis de la mañana, los transportistas llevan estudiantes, amas de casa y comerciantes.

Samuel Díaz es un balsero que diariamente cruza las fronteras entre Perú, Tabatinga (Brasil) y Leticia (Colombia). Foto: Yazmín Araujo – La República.
“Los botes que nosotros transportamos cuentan con techos, chalecos y están pintaditos”, explicó Samuel Díaz, transportista fluvial que lleva años en la triple frontera. “Cumplimos con todo: botiquín y documentación en regla para el control fronterizo”, añade.
Su embarcación tiene, además, una bandera peruana. Es el símbolo con el que reafirman su nacionalismo: “Santa Rosa es Perú”, nos responde con orgullo.
En la orilla del Amazonas, en el lado peruano, hay un palo que hace las veces de mástil y sostiene una bandera. Rústico, pero emocionante, emotivo. Es lo que todos ven al llegar. Luego, en la entrada al pueblo aparece un arco de bienvenida pintado de rojo y blanco.
La pista principal es obra de la gente. La hizo la asociación de mototaxistas. “Así es como se sobrevive aquí, con ingenio y esfuerzo entre todos”, exclama Samuel.
Salud precaria y partos al filo de lo posible
El centro de salud, llamado IPRESS 1-3 Santa Rosa, es el único en todo el distrito y se nota, pues faltan equipos, medicamentos y personal. Sin embargo, el compromiso de los trabajadores es admirable. Liliana Rivera, enfermera, relató que hacen todo lo humanamente posible. “Tenemos que brindarles la atención, es nuestra misión”, expresó.

Centro de salud de Santa Rosa, que brinda atención a cerca de 3 mil habitantes con un equipo reducido y limitado. Foto: Yazmín Araujo – La República.
Lo cierto es que, por ejemplo, las emergencias obstétricas son derivadas a Tabatinga. “Cuando colapsa la sala de partos, cruzan la frontera para dar a luz”.
Sin embargo, el personal médico se ha amoldado a las carencias. Una obstetra explica que se han preparado para asistir partos verticales, especialmente de mujeres indígenas. Cuentan con dos camillas para partos semisentados, un banco estrecho de menos de un metro y dos argollas metálicas en la pared para que las madres puedan sostenerse mientras dan a luz de pie. “Nos adaptamos a su cultura y también a nuestras limitaciones”, afirma la especialista.
“Necesitamos implementos en el área de medicina y farmacia, enfermeros y crecer más”, reclama Joel Armas, paciente de medicina general.
Servicio educativo insuficiente
La educación también es una deuda. En Santa Rosa hay un solo colegio que brinda inicial, primaria y secundaria, aunque la calidad del servicio no es óptima. Por ello, una madre nos cuenta que su hija mayor estudia allí, pero decidió enviar a su hijo menor a Tabatinga. “Hay que buscar un futuro para los niños. Tengo uno allá y otro acá. Además, así puede aprender también un poco el portugués”, comentó.
Mayita Rodríguez, otra vecina, en cambio, más por fe y patriotismo, prefiere que sus hijos no acudan a colegios de otros países. Su hija estudia en el plantel del pueblo. “En mi caso me gustaría que mis hijos estudien acá toda su educación porque soy peruana”, expresó.
Vigilancia es básica
En temas de seguridad, el panorama también es limitado. La vigilancia policial es mínima. Hay puestos rústicos y otros de material noble, pero con muy poco personal. Cabe señalar que, si bien hay armonía entre Tabatinga, Leticia y Santa Rosa, al ser frontera, subsisten actividades ilegales como narcotráfico y contrabando.
Economía frágil
Santa Rosa no cuenta con un centro de abastos, lo que obliga a las familias a comprar en Leticia o Tabatinga. Sin embargo, varios vecinos denunciaron que, en el trayecto de regreso, militares peruanos del control fronterizo les retienen o decomisan los productos adquiridos porque muchos no tienen comprobantes. Incluso, durante una acción cívica en Santa Rosa, un poblador le increpó ello al primer ministro Eduardo Arana.
En la práctica, los soles peruanos casi no circulan en Santa Rosa. El real brasileño es dinero más aceptado, lo que encarece las compras si se paga en soles.

Premier Eduardo Arana llegó a Santa Rosa de Loreto para izar la bandera del Perú. Foto: Yazmín Araujo – La República.
En medio de esta difícil realidad, persiste el eco de la tensión diplomática generada el último 7 de agosto, cuando, durante su visita a Leticia, el presidente de Colombia, Gustavo Petro, reafirmó que no reconocía la soberanía del Perú sobre Santa Rosa.
Testimonios en ambos países
Los peruanos de esta tierra se olvidan de cualquier carencia y tienen una sola respuesta: “Santa Rosa es Perú y se defiende hasta el final”, como resumió Claudio Rodríguez, uno de los habitantes.
Incluso en Leticia, Colombia, La República comprobó que la mayoría de ciudadanos no respalda la posición de Petro e indicaron que este busca desviar la atención del paro minero y campesino que enfrenta su país, además de investigaciones en su contra, en su último año de gestión.

Iván Yovera, exalcalde del poblado Santa Rosa. Al fondo, flamea la bandera del Perú entre la Amazonía. Foto: Yazmín Araujo – La República.
“Soy colombiano, pero hay que respetar los límites anteriores, obviamente Santa Rosa es de Perú”, expresó Víctor Aguilera. “Desde que nací siempre he considerado que Santa Rosa es de Perú”, sostuvo Raúl Flores. “Para mí y todos los leticianos, Santa Rosa siempre ha sido de Perú”, detalló Priscilla Bora.
Santa Rosa de Loreto es el retrato de la desidia de las autoridades regionales y centrales. Sin embargo, también es símbolo de patriotismo. Su identidad peruana no necesita de discursos diplomáticos desde el extranjero o visitas eventuales de autoridades. Sus habitantes cruzan fronteras para estudiar, trabajar y comprar. No solo llevan la bandera del Perú en sus botes, sino esperanza y fe en el corazón.