(Arzobispado de Lima)– La guerra no es el medio para «calmar al mundo», se necesita del anuncio del Evangelio para aprender a construir la paz. «No podemos interpretar el amor como poder, sino como una fuerza inagotable de esperanza». Es el mensaje que nos deja el Cardenal Carlos Castillo, arzobispo de Lima, en la Eucaristía de este domingo XIV del tiempo ordinario.
En su alocución al texto de Lucas (10, 1-12. 17-20), que narra cómo Jesús envió a sus discípulos de dos en dos en misión, el cardenal Castillo sostuvo que, en este Año de Gracia del Año Jubilar, el Señor nos propone a todos ser partícipes de ese anuncio, por lo que todos estamos implicados en la misión de transparentar a Dios en la vida cotidiana.
La fe no se impone, se propone
Sin embargo, a veces, reducimos la imagen de la fe cristiana a una sola cuestión: santificar el alma, ignorando que la comunión es alimento espiritual que nos alienta a salir en misión. «La Eucaristía es el alimento del alma y dinamizador del cuerpo. Por eso, tiene que haber en nosotros una acción, una realización del amor de Dios a través de gestos concretos», señaló.
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Cuando prima en nosotros la concepción de que la fe «solamente es venir a la iglesia y rezar un poquito», sucede que «salimos de la iglesia igual que como entramos, sin dejarnos transformar». Por eso, el Primado del Perú reiteró que «la Eucaristía es para salir distintos, saboreando y adquiriendo la ‘sazón’ de Jesús”.
El católico, el cristiano, se identifica con las personas, establece lazos directos, cura a la gente y entiende al ser humano tan bien como lo hace Dios. No salimos para buscar relaciones y prestigios
La misión que Jesús encomienda a sus discípulos – recalcó el arzobispo de Lima – tiene una dimensión pedagógica que es muy conveniente en el día que celebramos a los maestros y maestras en el Perú. Esta dimensión evangelizadora no se impone, sino que se genera a partir de la cercanía de Dios en la historia y la posibilidad de anticipar su Reino mediante relaciones de verdadero amor.

Y, dirigiéndose a los educadores presentes en la misa, añadió:
Los equipos docentes son un ejemplo de paz porque se reúnen como comunidad cristiana a leer el Evangelio y reflexionan juntos sobre cómo mejorar para ayudar a los alumnos. Es diferente al caso del profesor individual que hace su clase, se va a su casa y se acabó.
En otro momento, el Cardenal Castillo precisó que, cuando el Señor pide a sus discípulos que “no lleven talega, ni alforja, ni sandalias. No se detengan a saludar a nadie en el camino”, se está refiriendo a no caer en distracciones que nos alejan de nuestra misión principal: construir el Reino de Dios aquí en la tierra, curar a la gente, compartir el pan y ponernos al servicio de los demás.
En estos tiempos de oscuridad, guerra y declive, se acentúa la necesidad de anunciar el Evangelio para contrarrestar los peligros de la pérdida de nuestra humanidad.
Crear comunidades
En otro momento, el Prelado explicó que el gesto de enviar a los discípulos de dos en dos nos recuerda la importancia de participar en comunidad. Del mismo modo, en la Iglesia estamos llamados a «crear comunidades entre nosotros para favorecer la suscitación del Espíritu del Señor», debatiendo juntos cómo podemos servir a nuestro pueblo.
Lamentablemente, uno de los problemas más serios de la Iglesia Sinodal están dentro de su organización: el clericalismo. El Cardenal Castillo pidió superar esa mentalidad de algunos grupos católicos que se sienten «poderosos» y se creen «la divina pomada», valiéndose de la fe de la gente sencilla para someterlos y maltratarlos. «Si en la Iglesia hay algún poder, es el servicio», acotó.
El Señor nos da la misión de generar la fuerza y la capacidad de encontrar un camino nuevo. No se trata de imponer el conocimiento, sino suscitar las potencialidades, las grandezas humanas y espirituales de las personas.
La misa, celebrada en la Basílica Catedral de Lima, contó con la presencia del Colegio de Obstetras del Perú, el Movimiento de Equipos Docentes del Perú, y el Coro de Parroquia San Juan Bautista de Amancaes, que asistió en compañía de su párroco, el padre Emerson Velaysosa.