Ante Susana se regodea el ‘anti caviarismo’ que engloba a todas las variantes de la corrupción -incluida la municipal de Susana- apañadas por el antifujimorismo de este milenio para atajar a Keiko. El odio mutuo es tal que supera lo extraordinariamente irónico de esta historia.
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“La sentencia podría ser moderada o severa contra Susana sin dar luces para resolver la guerra de los peajes. Ay de Rafael López Aliaga, ay de los arbitrajes, ay del TC comprometidos en la guerra; ay de Susana que se llevará unos centavos de odio de cada chofer que paga”
Si viéramos todo esto con los ojos tolerantes de la ironía, de seguro la pasaríamos mejor, incluyendo a las dos atribuladas señoras. Pero se impone el odio cruzado. No se puede entender, odiar, compadecer o reír de una sin la otra. Keiko es dura de roer y cumple, en libertad total, sin impedimento de salida, su leve condena a seguir postulando como lideresa absoluta de Fuerza Popular; Susana Villarán es un árbol caído de 75 años del que solo se puede hacer leña, sin partido ni bases, con ex correligionarios que la niegan y sin el charm de tía regia con chalina verde esperanza que alguna vez hasta ponderaron sus enemigos ¡Recuérdenla haciendo campaña junto a Lourdes Flores para salvar a sus regidores de la revocatoria! Caray, fue con plata de Odebrecht y de OAS, y ese fue el crimen cuyo castigo se dilucidará a partir de septiembre, aunque tuvo un duro anticipo de 11 meses de prisión preventiva entre el 2019 y el 2020, seguida de arresto domiciliario.
Susana, a diferencia de Keiko, está cancelada políticamente y con un pronóstico judicial más severo pues, a diferencia de la ciudadana postulante K, era alcaldesa cuando recibió los aportes. Por eso, en su menú de presuntos delitos están esos nombres que espantan a los funcionarios públicos: cohecho pasivo propio, colusión agravada, asociación ilícita.
Coincide con Keiko y los otros políticos del Lava Jato en ‘lavado de activos’ y, por eso, su defensa está a la expectativa de como los Humala batallan contra el ominoso supuesto de que ellos tenían que presumir, antes de que estallara el Lava Jato, que la plata de los brasileros tenía origen delictivo.
Peajes
Tan cancelada está Villarán que en el verano pasado asomó a la piscina de su propiedad familiar frente al mar del balneario de Arica, fue ampayada por “Panorama” y, ¡zas!, el municipio de Lurín destruyó todas las piscinas y jardines construidos ilegalmente sobre la arena del retiro municipal. A pesar o en razón de tamaña antipatía, se impone la percepción de que la justicia no es lo diligente contra ella como lo es contra Keiko. Su caso estalló en el mismo ciclo del Lava Jato y ha esperado 8 años para tener una fecha cierta de juicio oral.
El pedido es severo -29 años para una señora de 75 es una cadena perpetua- e inclusivo pues la acompañan 20 coacusados. El equipo de Rafael Vela y José Domingo Pérez se cuidó de procesar a políticos de todos los colores para evitar que se les acusara de sesgados contra Keiko. Pero no necesariamente fueron igual de diligentes, ni ellos ni los jueces, contra todos.
Esta es la percepción impaciente que fue acicateada por una razón poderosa que trasciende las tribulaciones personales de Villarán: la sentencia en su contra podría establecer argumentos para afirmar que hubo corrupción al establecer las bases, cláusulas y adendas en los contratos de concesión con Odebrecht que lideró el consorcio de Rutas de Lima (hoy en manos de Brookfield) y con OAS que lideró el de Línea Amarilla (hoy en manos de Vinci Highways). La sentencia también podría ser moderada o severa contra Susana sin dar demasiadas luces para resolver la guerra de los peajes. Ay de Rafael López Aliaga, ay de los arbitrajes entre la MML y los consorcios, ay del TC, comprometidos en la guerra; ay de Susana que se llevará unos centavos de odio de cada chofer que paga; si el PJ da una sentencia vaga en ese extremo.
Por eso y mucho más, la espera de Susana desespera a ella y a sus enemigos. Tengan en cuenta que la angustia, para el protagonista, empieza mucho antes que la de sus enemigos, empezó desde que cometió el presunto delito en el 2013 e intuyó que algún día sería descubierta. Quizá por eso se lanzó de vicepresidenta en la plancha de Daniel Urresti en el 2015, buscando un manto de inmunidad. Los políticos que cruzan la raya están condenados a seguir siendo políticos hasta que la justicia los alcanza. Algunos, como Keiko, lo siguen siendo mientras les quede partido. Pero nuestro personaje ya no lo es más. Cuando entre a la audiencia del primer día de juicio oral en septiembre será un fantasma como Toledo o PPK, que le susurrarán, morituri te salutant, Susana Villarán.